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Historias de Aviación Comercial: Convair 880 Coronado

Más rápido, más rápido

El aviso publicado en Nacional Geographic en marzo de 1960 (imagen: archivo Pablo Luciano Potenze).

 

Texto de Pablo Luciano Potenze  / potenze@gacetaeronautica.com

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Se dice que la aviación tuvo siempre la obligación moral de ir cada vez más rápido, más alto y más lejos. Suena lindo, pero todo tiene sus límites, y lo que parecía un principio filosófico terminó abrumado por los costos, la física y hasta el cuidado del medio ambiente.

El aviso que traemos hoy fue publicado en Nacional Geographic en marzo de 1960, cuando los jets de pasajeros estaban cambiando el concepto de tamaño del mundo y todos pensaban en un futuro de progreso sin fin.

Convair, que había sido un exitoso fabricante de aviones de pasajeros de hélice y estaba controlada desde 1953 por General Dynamics, llegó tarde a la puja de los reactores de pasajeros, porque Douglas y Boeing se le adelantaron y tuvieron sus productos listos antes, pero la empresa de San Diego apostó al romántico campo de la velocidad, y prometió un producto revolucionario, fundamentalmente porque sería más veloz que todos sus competidores. No fue casual que el cliente más entusiasta del proyecto haya sido el excéntrico Howard Hughes, que colocó un gran pedido para TWA.

El fabricante tenía créditos para proponer una máquina así, porque venía de diseñar y construir el caza delta más exitoso de la historia norteamericana, el F-106, que superaba mach 2 y puede considerarse el competidor de los Mirage diseñado de este lado del Atlántico, y también tenía en producción el B-58, un bombardero mach 2 de 80 toneladas, una maravilla tecnológica para la época.

Pero una cosa es hacer aviones militares a partir de un requerimiento militar, y otra es hacer un avión de transporte estimando las necesidades del mercado, y aquí Convair se equivocó, y se equivocó dos veces, desde lo comercial y desde lo técnico. El 880 era chico y caro, y tenía problemas para cumplir con las performances prometidas. Aunque era realmente más rápido que sus competidores, esto de nada le sirvió a la hora de conseguir clientes, y las ventas fueron muy pequeñas, al punto que sólo se hicieron 65 ejemplares. La empresa trató de crear un derivado más grande y todavía más rápido, el 990 / Coronado, pero tampoco tuvo éxito. Se dice que las pérdidas de la fábrica con ambos modelos fueron del orden de los 450 millones de dólares.

Para la historia, quedará como uno de los jets subsónicos más veloces jamás construidos, pero también podríamos verlo como el primer paso del gran fracaso de la ambición de ir siempre más rápido. Los supersónicos fueron un fiasco, y hoy todos los jetliners tienen bien limitada la velocidad para no interferir con implacables leyes físicas y económicas. La barrera del sonido, que empieza bastante por debajo de la velocidad del sonido, resultó una barrera demasiado efectiva.

Un Coronado de Swissair en Ezeiza en los años 60s (foto: Pablo Luciano Potenze).

Curiosamente hay un capítulo argentino del Convair 880. Jorge Carnicero era en esos años un empresario nacido en la Argentina pero radicado en Estados Unidos, que tenía una participación importante en la empresa California Eastern, y además era agente de ventas de Convair.

Cuando después de la caída de Perón se abrieron los cielos argentinos para la operación de empresas privadas, Carnicero se asoció con Manuel Masllorens (un empresario textil) y otros inversionistas menores para crear la empresa Transcontinental S.A., que empezó a volar en 1957. Transcontinental operó originariamente con Curtiss CW-20T y Lockheed 1049H, todos provenientes de California Eastern.

El tema es que las ventas del Convair 880 fueron desde un principio malas, y todo fabricante que quiere imponer un producto necesita mostrar una cartera de clientes mínima. Así fue que a instancias de Carnicero la empresa argentina apareció como comprador de dos unidades, que jamás existieron. Transcontinental quebró en 1961.

Buenos Aires 26 de Septiembre de 2011



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