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Historias de Aviación: El prestigio de la aviación

El automóvil  revolucionario

La publicidad del Tucker en la revista Continente de Buenos Aires en julio de 1948 (imagen de archivo: Pablo Luciano Potenze).

 

Texto de Pablo Luciano Potenze / potenze@gacetaeronautica.com

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“Construido en la fábrica (…) que hizo el gobierno norteamericano para fabricar los bombarderos B-29…”

“Motor de aviación de 150 HP…”

“Frenos de disco hidráulicos, iguales a los de los bombarderos…”

Cualquiera diría que es un avión, pero no; es un auto. No es un auto cualquiera, es un auto pensado para cambiar el concepto del auto de calle, el Tucker’48.

Durante la Segunda Guerra Mundial la industria de los países beligerantes redujo a un mínimo la producción de productos civiles para concentrarse en el esfuerzo bélico. Los automóviles norteamericanos, que todos los años tenían un modelo nuevo, cortaron su serie entre 1943 y 1945. Era lógico que todos esperaran la paz para disfrutar de los adelantos tecnológicos, y volver a las costumbres tradicionales.

Preston Tucker (1903 - 1956), un empresario automovilístico con antecedentes como innovador y varios triunfos deportivos en su haber, decidió llevar a la práctica el ideal del automóvil que concentrara todas las nuevas tecnologías en un diseño revolucionario.

Y realmente hizo algo revolucionario, no sólo en lo estético, sino en lo tecnológico, tratando de incluir en un solo auto todas las novedades disponibles después de la contienda. Por supuesto, muchas de esas novedades provenían de la aviación, una disciplina que entonces gozaba de un prestigio sin igual. Tucker no vaciló, en su promoción, en marcar todo lo aeronáutico que tenía su auto, empezando por el motor, que en realidad era un motor Franklin de helicóptero, modificado para funcionar enfriado por líquido, ubicado en la parte posterior del vehículo. Así logró atraer la atención del país, y evidentemente del mundo.

Un diseño de tales características tenía que tener, y tuvo, problemas de desarrollo fenomenales, pero la principal complicación fue otra. La empresa de Tucker fue acusada de fraudes, siendo cerrada por las autoridades. Sólo se fabricaron cincuenta y un autos, que hoy los coleccionistas cotizan en el orden del millón de dólares.

El aviso que hoy nos acompaña fue publicado en la revista Continente de Buenos Aires en julio de 1948, y es una muestra de ese prestigio que tenía la tecnología aeronáutica en la postguerra inmediata. La lectura detenida del texto muestra a las claras una intención de mostrar un auto decididamente aeronáutico.

Además es una rareza, porque suena difícil de creer que hubiera un representante de una marca como Tucker dispuesto a vender sus autos en la Argentina, un país que en ese momento estaba entrando en una  importante crisis de balanza de pagos con Estados Unidos. Con una producción tan pequeña es posible seguir la trayectoria de todos los vehículos fabricados, y nada hace pensar que alguno de ellos haya llegado a nuestro país.

Buenos Aires 13 de Junio de 2011



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