Cuando se empezó a navegar, se estableció
algún tipo de legislación que fijó la libertad para circular por los
mares. Era relativamente fácil, porque la mayor parte de las aguas eran
internacionales, y lo único realmente crítico fue arreglar el uso de los
puertos, algo que no fue demasiado grave.
La navegación de los ríos interiores fue un problema mucho más complejo,
Los países fuertes naval y comercialmente (estas cualidades solían venir
juntas) sostenían que eran tan internacionales como los mares
internacionales, mientras que otros sostenían que éstos eran un recurso
propio de cada nación, que no tenían por qué ceder a cualquiera.
La llegada de la aviación trajo otros problemas a esta cuestión, porque
no es lo mismo permitir que un barco atraque en las costas de un país, o
incluso de un río interior, que permitir el sobrevuelo de una aeronave.
Como al principio no había demasiadas connotaciones comerciales, la
primera aproximación al tema fue militar, y sus alcances quedaron claros
durante la Primera Guerra Mundial.
Cuando en 1919 empezó el transporte aéreo, el tema de los derechos de
sobrevuelo y aterrizaje fue una guerra comercial como cualquier otra, ya
que autorizar o no diversas operaciones permitía o bloqueaba diversos
negocios. Fue un tema complejo, y cada país trató de sacar la ventaja
que pudo. Por ejemplo, Brasil dejó volar a todos, pero les puso
condiciones, los franceses y los españoles se bloquearon mutuamente
escalas en el correo africano a Sudamérica, y hay mil ejemplos. Es
evidente que en ese momento ya estaba muy claro que el transporte aéreo
internacional dependía más de la política internacional que de lo
estrictamente aeronáutico. Los aviones —si había voluntad— siempre se
podían comprar en algún lado y pilotos se conseguían, pero los derechos
de tráfico requerían una negociación mucho más compleja.
Pan American
Juan T. Trippe, fundador de Pan American,
llegó a la conclusión, a fines de los años veinte, de que por razones
políticas, y mil más, Estados Unidos debía tener una sola empresa
internacional (la suya, que se llamaba Pan American World Airways System,
un nombre para analizar) y decidió poner la idea en práctica.
Por supuesto, tuvo que negociar como cualquiera, pero lanzó el concepto
de que los cielos debían ser abiertos para todos en todo el mundo. En la
medida en que él era el más fuerte, esto le garantizaba ser el primero
en todos los mercados sin molestas restricciones políticas.
Desde el primer día los ingleses —que a su manera estaban desarrollando
lo que llamaron pomposamente las rutas imperiales— se opusieron a esta
propuesta, y hubo otros países que también pusieron trabas al desarrollo
de Pan American, pero para otros la acción norteamericana fue un comodín
que les simplificó la vida, porque no tuvieron que tomarse el trabajo de
crear líneas aéreas propias.
Queda para la especulación discutir qué hubiera pasado si las cosas no
hubieran sido como fueron, pero hay algunas cosas que son resultados
evidentes de la regulación y los cielos cerrados. El ejemplo más
evidente es que si los ingleses no hubieran bloqueado la posibilidad de
que los norteamericanos utilizaran como escalas Bermudas y Azores los
servicios aéreos sobre el Atlántico Norte se hubieran podido establecer
en 1935 (cuando estuvo disponible el Martin 130) y no en 1939, cuando
realmente se establecieron con el Boeing 314. También puede decirse que
la restricción política fue el incentivo para la toma de decisión de
construir un avión tan avanzado como el Boeing 314.
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Las nueve diferentes
libertades del aire (imagen: Pablo Luciano Potenze). |
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También queda claro que los intereses de los pasajeros, que en teoría
deberían ser el fin del transporte aéreo, estuvieron a la zaga de las
intenciones políticas.
En el Atlántico Norte, que es un caso emblemático, podemos preguntarnos
qué ganaron los ingleses bloqueando a los norteamericanos y no hay una
respuesta clara. Si hubieran estado desarrollando una máquina adecuada
para competir en esa ruta podría entenderse, pero la verdad histórica es
que no tenían ningún proyecto claro para ese servicio por la sencilla
razón de que sus intereses aeronáuticos no estaban en Estados Unidos
sino en su imperio colonial (India, África, Australia). Para llegar allí
sí desarrollaron aviones capaces como el Short Empire (el nombre lo dice
todo, pero por si quedaba alguna duda la empresa que los operaba era
Imperial Airways).
Es interesante agregar que el primer avión inglés capaz de cruzar
comercialmente sin problemas de performance el Atlántico Norte fue el
Bristol Britannia, que entró en servicio en 1957. El segundo fue el
Vickers VC-10 en 1964 (que fue diseñado para otra cosa), y no hubo
ningún otro.
La conferencia de Chicago
Así llegamos a la Segunda Guerra Mundial.
Los norteamericanos (Pan American) habían desarrollado sus servicios en
toda América, el Pacífico (llegaban a Hong Kong, Macao y Nueva Zelandia)
y habían comenzado a expandirse sobre el Atlántico Norte. Durante el
conflicto —sin que pueda decirse con claridad si fueron operaciones
civiles o militares— abrieron otras rutas en África y Asia, y
promediando la contienda pensaban que después de la guerra, con el mundo
destruido, podrían llegar a tener el monopolio que había pensado Trippe
(ver
Pan Am: Tiempos de Guerra). Para legalizarlo organizaron la
famosa Conferencia de Chicago de 1944.
Una reunión
internacional de estas características en tiempo de guerra
inevitablemente tenía que ser complicada, y lo fue desde el momento de
cursar las invitaciones que,
obviamente, fueron a países alineados con los aliados, pero no pudo
lograrse un verdadero consenso sobre quiénes eran los amigos, ya que la
Unión Soviética se retiró del encuentro al enterarse de que Suiza
—teóricamente neutral—, había sido invitada. Argentina no estuvo en la
lista de las naciones elegidas, pero posteriormente ratificó lo actuado.
Curiosamente estuvo la España franquista.1
Los dos protagonistas de esta reunión
fueron Estados Unidos y Gran Bretaña. El primero buscaba universalizar
la teoría de los cielos abiertos, o sea que todos los países pudieran
volar a todos los países sin mayores trámites, mientras que los
ingleses, que eran la segunda potencia aerocomercial del momento pero
estaban muy lejos de los norteamericanos, buscaron la creación de normas
que garantizaran la participación equitativa de todas las naciones en el
tráfico, por medio de regulaciones y acuerdos bilaterales que limitaran
la oferta, llegando a proponer la creación de una autoridad suprema
internacional en la materia. No se habló de servicios internos en
Chicago, porque se consideraba que era una cuestión privativa de cada
país, aunque había numerosos antecedentes de que no era así (Panagra
volaba de Buenos Aires a Córdoba, y había muchos otros ejemplos).
Ambas posiciones eran inconciliables, y por ello no se llegó a ningún
acuerdo definitivo y de fondo en esta conferencia, pero sí hubo
importantísimos logros parciales. En primer lugar se creó la
Organización de la Aviación Civil Internacional (OACI), un organismo no
gubernamental consultivo y técnico.
En Chicago se
aceptó el principio de la soberanía de cada país sobre su espacio aéreo,
se definieron las cinco primeras libertades del aire y se fijaron muchas
normas de procedimientos que fueron fundamentales para el
crecimiento ordenado que vino después, pero
no se impuso ninguna política de cielos abiertos. Para Estados Unidos,
fue un fracaso.
Las libertades del aire son las definiciones de cómo puede ser el
transporte aéreo internacional, que se establecieron con ese nombre en
Chicago. Había antecedentes con otros nombres, pero lo interesante es el
uso de la palabra "libertades", lo que indica la ideología que se quería
imponer por parte de Estados Unidos. No son leyes ni nada por el estilo,
sino simples definiciones de tipos de tráfico (ver recuadro).
En Chicago la ideología
antireglamentarista sostenida por los norteamericanos no era propicia
para hablar de tarifas, pero la realidad decía que ése era uno de los
temas fundamentales. Además, casi todas las empresas eran estatales o
estaban subsidiadas, y quedaba feo que los estados hablaran de esas
cosas. Entonces endosaron el tema a las empresas mismas, y así en abril
de 1945 empresas de 31 países se reunieron en La Habana para dar lugar a
la nueva2
IATA, International Air
Transport Association. El organismo tendría como objeto "promover un
transporte aéreo seguro, regular y económico en beneficio de los pueblos
del mundo", pero su tarea primigenia fue regular la competencia y fijar
tarifas.
Evidentemente tenía mucho de cártel, y fue una barrera de contención
ante todo intento de liberalización. Curiosamente careció de poder
ejecutivo, porque solamente expresaba los deseos de sus socios (y por
ello indirectamente los de los gobiernos), sin tener una autoridad real
para imponer soluciones (en realidad nadie quería tener una autoridad a
la que obedecer obligatoriamente en temas tan delicados como las
tarifas, pero en términos generales las decisiones de IATA fueron
acatadas casi sin oposición hasta mediados de la década del setenta.
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El sistema
latinoamericano de LAN muestra las posibilidades de
los cielos abiertos, la desregulación, la
imaginación y el afán de lucro.
Este tipo de mapas nunca reflejan toda la verdad,
pero son una aproximación al tema. LAN se propuso
crear un sistema latinoamericano porque Chile
quedaba chico para sus ambiciones, y habida cuenta
de las limitaciones que tenía para operar en otros
países creó empresas en Argentina, Perú y Ecuador,
que —seamos honestos— nadie, ni siquiera las
autoridades que las habilitaron como tales, cree que
sean empresas de esos países. Salvada esta ridiculez
de origen, se desarrolló un sistema que aquí está en
cuatro colores pero podría estar en uno solo (el verde)
que da a los pasajeros posibilidades amplias para
moverse en el subcontinente con un solo operador.
Por supuesto hay que hacer cambios de avión y a
veces de aeropuerto (Buenos Aires), pero la
alternativa existe. Esta red se complementa con
servicios a Estados Unidos desde las cuatro
capitales, y una muy buena oferta internacional
desde Santiago. Además hay rutas de temporada que
aumentan los pares de ciudades servidas
(Santiago-Bariloche).
Para cualquier extranjero que quiera visitar la
región sin ceñirse a un solo país es —por lejos— la
mejor oferta, para Chile Perú y Ecuador es el
sistema doméstico más importante en servicio, y para
la Argentina es la principal competencia del sistema
estatal, que por ahora es mucho más amplio que el de
LAN Argentina. Además, la pertenencia de LAN a la
alianza OneWorld crea otro tipo de posibilidades que
no se ven en un mapa.
Llama la atención el hecho de que las redes de
Argentina Chile y Perú sean absolutamente
centralizadas en sus capitales, una tendencia que
estaría marcando limitaciones en la región que no se
ven, por ejemplo, en Brasil. (Imagen: Pablo Luciano Potenze). |
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Estados Unidos fue el único país que se opuso a la regulación tarifaria
que hacía la IATA, pero curiosamente tuvieron su propia IATA en el Civil
Aeronautics Board (CAB), un organismo estatal creado en 1938, que fijaba
las tarifas internas de modo compulsivo.
Como en Chicago no se habían resuelto cuestiones prácticas e inmediatas
como las autorizaciones de tráfico entre países fue necesario que se
realizaran acuerdos bilaterales entre pares de interesados para poder
comenzar a operar. En febrero de 1947 Estados Unidos y Gran Bretaña —a
instancias de ésta— se reunieron en Bermuda para mantener duras
negociaciones. Las posiciones iniciales fueron similares a las de
Chicago, los primeros querían dejar todo libre y los segundos regular
todo, pero la necesidad los llevó a tratarse con bastante reciprocidad.
El acuerdo de Bermuda fue tomado como ejemplo para miles de
negociaciones similares que vendrían con el tiempo, en las que el
protagonismo pasó a ser de los estados, dejando a las empresas en un
segundo lugar, aunque bueno es reconocer que por aquel entonces la
inmensa mayoría de las aerolíneas internacionales eran estatales,
semiestatales, o recibía algún tipo de colaboración estatal.
Después vinieron
unos treinta años de cielos y tarifas regulados. La excepción fueron los
servicios charter, que no existían en 1944 pero que empezaron a hacerse
notar a principios de los años sesenta3.
La cuestión tarifaria en servicios regulares se empezó a discutir en los
años setenta, a partir de que sir Freddie Laker propuso el Skytrain. Fue
divertido, porque Laker era inglés, y los norteamericanos, que en ese
momento tenían el problema de la crisis petrolera de 1973, no querían
saber nada de liberar los vuelos en el Atlántico
Norte, y protegían a sus compañías,
bloqueando a Laker, mientras que los ingleses, tradicionales defensores
de la regulación, querían que Laker abriera los cielos.
La desregulación
El
sainete protagonizado por ingleses y norteamericanos alrededor de Laker
terminó como una tragedia griega4
que puso de manifiesto
que la presión liberalizadora había llegado al mercado aerocomercial. El
paso siguiente lo dieron las universidades y las escuelas de negocios,
que impulsaron la idea, y pronto el tema estuvo instalado en Estados
Unidos, que empezó a plantear convenios más liberales. Después de una
compleja acción legislativa, en 1978 Jimmy Carter firmó la Deregulation
Act, una ley destinada al mercado interno norteamericano que cambiaría
el transporte aéreo en el mundo.
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Brasil vive en estos tiempos tensiones muy
importantes, que exigen un gobierno que conduzca al
sector para un futuro difícil, pero con muchas
posibilidades. El próximo campeonato mundial de
Fútbol y las Olimpíadas de 2016 requieren de nuevos
aeropuertos y actualización de los servicios de
tránsito aéreo. Por otro lado, después de la crisis
de Varig, la oferta de las empresas brasileñas en el
campo internacional, hoy por hoy, no está a la
altura de las circunstancias (foto: M. Seidl/Infraero-Rio). |
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Un convenio bilateral clásico, digamos de "cielos cerrados", establecía
qué ruta se volaría entre dos países (entre qué ciudades), qué compañía
lo haría (a veces, como gran concesión, había doble designación y algún
país podía poner dos empresas) y qué frecuencias máximas podrían
ofrecerse. No hablaba de tarifas, pero las tarifas las fijaba IATA. Como
puede verse, era algo hecho a favor de las empresas y no a favor del
pasajero, que tenía que atenerse a lo que le dijeran, sin muchas
posibilidades de elegir.
A partir de 1978 empezaron a aparecer más alternativas de aeropuertos de
entrada a un país (Gateways) y más empresas operadoras. Al mismo tiempo
el poder de IATA para fijar tarifas cayó.
El resultado
aeronáutico de esto fue el Boeing 767 y el ETOPS5.
Como ya no eran obligatorio volar un gran troncal (digamos Nueva York -
Londres) y podían volarse otras rutas entre los mismos países que tenían
otros caudales de pasajeros (Boston - Glasgow), era necesario un avión
más chico para vuelos intercontinentales. Los planificadores de Airbus
no se dieron cuenta a tiempo y el A-310, que no fue diseñado como avión
nativo para vuelos intercontinentales, nunca fue un buen ETOPS y dejó de
fabricarse.
La desregulación fue a lo bruto en Estados Unidos (cayeron Braniff, Pan
American, Eastern y muchas otras) y más suavizada en Europa, pero cuando
los europeos se largaron a desregular fueron mucho más radicales que los
norteamericanos, porque además de plantear lo clásico (que cada uno
volara a donde quisiera cobrando lo que quisiera) agregaron el tema de
la propiedad sustancial, esto es, que cualquiera pudiera ser el dueño de
una línea aérea donde quisiera. Esto no fue tolerable para los
norteamericanos, y tampoco fue tolerable que los europeos pretendieran
hacer cabotaje en su territorio. Los últimos cinco años se la han pasado
discutiendo estos temas. Avanzaron muy despacito, pero como veremos
llegaron a acuerdos. Nada que ver con la prepotencia de Trippe y Pan
American en otros tiempos.
Es claro que la Unión Europea apuntó a un sistema competitivo a favor de
los consumidores, pero les dio tiempo a las empresas para prepararse.
Después fue por el mercado interno norteamericano. Una heroína
indiscutible del proceso fue la española Loyola de Palacio.
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Brasil, hasta la
llegada del socialista Lula Da Silva, mantuvo un
sistema de subsidios (abiertos o disimulados) que le
permitió crear rutas internas que en algún momento
llegaron a tener la cobertura que se ve aquí. En los
últimos años los subsidios disminuyeron y muchos
servicios se suprimieron, pero recientes
declaraciones del gobierno hacen pensar que hay
alguna intención de revertir esto.
Paralelamente la crisis de Varig (que entre otras
cosas es una crisis producida por la decisión
gubernamental de no pagar subsidios sin coto),
redujo grandemente los servicios internacionales con
bandera brasileña. (Imagen: Pablo Luciano Potenze). |
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Acuerdos de cielos
abiertos
A
esta altura de las cosas, es difícil determinar qué es un convenio de
cielos abiertos, y a quién le conviene. Chile, que fue pionero en esto
en su región, firmó en los años ochenta un convenio bastante liberal con
Estados Unidos, y al principio los norteamericanos invadieron Chile,
llevando la participación de las empresas chilenas a un mínimo. Pero
después los empresarios chilenos, con ayuda política, se propusieron
hacer una empresa fuerte con buen respaldo económico, y fueron capaces
de hacerse su lugar.
Uruguay es otro ejemplo.
Podría pensarse que con el tamaño que tiene cualquiera se lo come, pero
tiene acuerdos de cielos abiertos (o más o menos abiertos) con varios
países de la región, que le permiten, entre otras cosas, hacer vuelos de
cabotaje en Chile (Santiago - Punta Arenas) y entrar a la Argentina por
puertas que no son las clásicas. Por supuesto esto no sería viable sin
una Pluna relativamente fuerte. El mercado interno uruguayo tiene muy
poco interés internacional, pero la reciprocidad puede ser interesante
para los uruguayos. Algo parecido les pasaba hace unos años a muchos
países chicos de Europa, como Bélgica y Holanda.
Llevando el tema a lo profundo, los cielos abiertos (que pueden ser más
o menos abiertos según el caso), a esta altura de la historia, son un
concepto que puede favorecer a países con políticas claras y empresas
sólidas. Si no se dan estas condiciones —caso de la Argentina— parece
más negocio el proteccionismo y los cielos cerrados, pero el costo
demostrado de esto es que no se crece, o no se crece como se podría
crecer.
El acuerdo entre
Chile y la Unión Europea es interesantísimo. Para empezar no es
país-país sino país-bloque, y más que ello, porque Chile tiene derechos
para designar empresas que no sean chilenas (deben ser de la CLAC6)
para cubrir rutas a Europa
que las empresas chilenas no cubran (recordar que existen LAN Perú, LAN
Ecuador, LAN Argentina y otras cosas por el estilo). Hasta donde sé esto
todavía no se aplica, pero es abrir la caja de Pandora en una región que
siempre estuvo a la cola del progreso normativo.
Queda la gran duda de qué es más barato y más caro, y qué conviene a
quién. Es muy amplio el espectro de respuestas posibles. No es lo mismo
Gol que LAN que Lufthansa o que Ryanair, y las cuatro tienen ganancias
en estos tiempos, y tampoco es lo mismo Aerolíneas Argentinas que United
o que All Nippon Airways, y las tres están perdiendo.
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LAN
supo crear un sistema latinoamericano —todavía
incompleto— que funciona bien. La participación en
Oneworld suma puntos en un concepto de servicio a
disposición del pasajero (foto: Pablo Luciano
Potenze). |
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Noticias del Atlántico Norte
En estos días Estados Unidos y la Unión
Europea están firmado un acuerdo de tránsito aéreo. No es el ideal de
ninguno de los dos firmantes, pero es lo posible hoy. En materia de
tráfico es libérrimo, porque no habrá limitaciones para vuelos entre
empresas de los firmantes entre sí, y las empresas europeas podrán volar
desde Estados Unidos a terceros países, pero se mantiene la restricción
para que los europeos hagan cabotaje en Estados Unidos.
El acuerdo avanza poco en materia de propiedad sustancial. Las empresas
europeas ahora podrán tener el 25% de las acciones con derecho a voto de
empresas norteamericanas, y las norteamericanas más del 49% de las
empresas europeas (faltan algunas aprobaciones parlamentarias). Además
desaparecen restricciones de propiedad europea a empresas de terceros
países.
Los europeos relajarán sus restricciones sobre ruido, algo que beneficia
a los norteamericanos, y finalmente se refuerza la cooperación en
materia de seguridad y protección del medioambiente y —gran novedad— hay
un artículo que habla de los derechos de los trabajadores de las
empresas aerocomerciales.
A la hora de sacar
conclusiones
Veinte años después del lanzamiento de la
desregulación y apertura de los cielos norteamericanos había resultados
claros en ese mercado:
·
Los
precios bajaron. El consumidor en esto salió beneficiado.
·
La oferta de servicios
creció, al principio de modo irracional y luego con mesura. Esto también
benefició al consumidor.
·
Los salarios del sector
cayeron irremediablemente. Aquí el perjudicado fue el empleado de las
líneas aéreas. Podría decirse que la desregulación en definitiva no es
más que una transferencia de fondos de los empleados (que ganan menos) a
los pasajeros (que pagan menos) y en el medio todo sigue igual.
·
Aparecieron todo tipo de
empresas con propuestas muy diversas, pero muchas también
desaparecieron.
·
Las empresas que eran grandes
crecieron y son más grandes. En cierto sentido, la selección natural
parece funcionar no por supervivencia del más apto sino del más gordo.
·
Las
empresas sobrevivientes se las ingeniaron para competir lo menos
posible. Las alianzas (que son mini IATAs), los códigos compartidos, los
intercambios de acciones resultaron mecanismos eficientes7
para que los precios no caigan tanto y evitar la sobreoferta. Aquí
el pasajero es el perjudicado porque no disfruta de un verdadero mercado
en competencia.
|
España fue pionera en los años noventa, cuando
Iberia trató de crear —con generosos fondos
públicos— una mega aerolínea sobre el Atlántico,
pero eso se hizo muy mal y fue un fracaso. Después
parece haber llegado tarde a todas las citas, que
incluyeron hasta la creación de una low cost de
Iberia que también fracasó (o dos). La fusión con
British parece una respuesta tardía con un rumbo que
habrá que ver si es el correcto a esta altura de los
tiempos. Por otro lado, la inconsistencia de Iberia
y otras empresas españolas en el mercado europeo ha
permitido que los pasajeros prefieran las low cost
para llegar y salir de España (foto: Fernando Puppio). |
|
Y diez años después de la adopción mejorada
del concepto de desregulación por parte de los europeos, las
conclusiones también son claras, y bastante parecidas:
·
Los precios siguen bajando.
No hay duda de que en esto la liberalización beneficia claramente a los
pasajeros.
·
La oferta aumenta, y detrás
de ella lo hace la demanda. En esto también ganan los pasajeros, pero
también ganan las empresas que logran captar ese aumento de demanda.
·
Los aeropuertos y el control
del tránsito aéreo, que son valores finitos, se convierten en los
reguladores del sistema. Esto hace que tener slots en un aeropuerto se
haga más importante que tener permiso para operar allí.
·
Las empresas crecen sí y sólo
sí tienen un respaldo financiero importante.
·
Hay una tendencia a las mega
aerolíneas (Air France KLM Alitalia, United Continental) que se insinúa
como respuesta de las empresas tradicionales (que ya han perdido su
máxima tradición, que era ser empresas nacionales). La gran duda es cuál
es el tamaño máximo que puede tener una emrpesa (alguno debe de haber).
·
Cuando las papas queman
siguen apareciendo como por arte de magia los subsidios.
Evidentemente muchas cosas están cambiando
en el transporte aéreo. Algunos cambios se quedarán, y otros serán
olvidados, pero evidentemente las cosas no van a ser como eran antes.
Darse cuenta de esto es la diferencia entre entender y no entender la
realidad.
|
En
Uruguay hay sentimientos encontrados en materia de
liberación de cielos y empresas estatales. Pluna aún
mantiene un 25% de capital fiscal, y el Estado
contribuye a enjugar déficits que la empresa privada
no logra eliminar (foto: Fernando Puppio). |
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Apéndice argentino
La
libre navegación de los ríos interiores, y por extensión los cielos
abiertos son un tema importante de la historia argentina, y una causa
fundamental de la Revolución de Mayo, de la que en estos días se
cumplieron 200 años.
Durante los siglos XVI al XIX la corona española —que veía a América
como un reservorio de materias primas y un mercado para sus
manufacturas— manejaba las comunicaciones internacionales mediante un
sistema de "viajes oficiales", por el que sólo podían atracar en
nuestros puertos los buques del Reino de España, que por supuesto traían
exclusivamente mercadería española, y se llevaban lo que España quería
al precio que España quería. Los comerciantes criollos, ingleses y
portugueses nunca estuvieron de acuerdo con el sistema, y practicaron
desde siempre diversos métodos de contrabando y viajes "no oficiales".
Así fue que la principal causa de la creación del Virreinato del Río de
la Plata en 1777 fue enfrentar a este comercio irregular, y los
principales impulsores de la Revolución de Mayo fueron los comerciantes
locales que querían el librecomercio.
Pasaron los años, y la influencia británica en las Provincias Unidas se
hizo sentir en la creación de una legislación que favorecía sus
intereses, que requerían, a diferencia de los españoles, libertad de
movimientos. Así fue que la Constitución de 1853 (actualmente vigente)
incluyó entre los derechos y garantías la libre circulación de bienes
nacionales o importados (art. 10); libertad de tránsito para carruajes,
buques o bestias de transporte (art. 11); libertad para que los buques
elijan puertos (art. 12); libertad para que los extranjeros ejerzan su
profesión y naveguen los ríos y costas (art 20); libertad de navegación
de los ríos interiores para todas las banderas (art. 26),
estableciéndose que el gobierno federal está obligado a afianzar sus
relaciones de paz y comercio con las potencias extranjeras por medio de
tratados que estén en conformidad con los principios de derecho público
establecidos en esta constitución (art. 27) y que estos principios,
garantías y derechos no podrán ser alterados por las leyes que
reglamenten su ejercicio (art. 28). En aquella época no existían los
aviones, pero esta filosofía aplicada a la aviación tiene un solo
nombre, "cielos abiertos".
Pero a pesar de lo que dice la
Constitución, la legislación aerocomercial vigente en la Argentina (ley
19.030 y Código Aeronáutico) es claramente antiaperturista, y está
pensada para proteger a las empresas nacionales (preferentemente
estatales) de la competencia. La realidad dice que esta legislación
jamás se cumplió al pie de la letra, y que el transporte aéreo funciona
con un basamento normativo que es por lo menos confuso, y que muchas
veces se adaptó a las necesidades del momento de modo más que
desprolijo. No tenemos una tradición de cumplir las leyes, y no nos
olvidemos de que los contrabandistas estuvieron en la base de la
creación de este país.
Buenos Aires 26 de Agosto de 2010
Notas:
[1]Los signatarios del
acuerdo original fueron Afganistán, Australia, Bélgica, Bolivia, Brasil,
Canadá, Checoslovaquia, Chile, China, Colombia, Costa Rica, Cuba,
República Dominicana, Ecuador, Egipto, El Salvador, España, Estados
Unidos, Etiopía, Filipinas, Francia, Gran Bretaña, Grecia, Guatemala,
Haití, Holanda, Honduras, India, Irak, Irán, Irlanda, Islandia, Líbano,
Liberia, Luxemburgo, Méjico, Nicaragua, Noruega, Nueva Zelanda, Panamá,
Paraguay, Perú, Polonia, Portugal, Siria, Sudáfrica, Suecia, Suiza,
Turquía, Uruguay, Venezuela y Yugoslavia. Muchos otros países lo
ratificaron pronto. Hoy la OACI informa que está ratificado por 190
estados.
[2]En 1919 se había creado una asociación similar con la misma sigla,
pero que significaba "International Air Traffic Association".
[3] Destino curioso el de la
convención de Chicago. Se hizo pensando en el mundo de 1944, y sus
prescripciones funcionan casi sin problemas hoy, en un mundo
completamente distinto. El preámbulo habla de un crecimiento “seguro y
ordenado”, y en ese momento seguro quería decir que los aviones no se
cayeran, visto como un problema técnico, y ordenado significaba que los
países negociaran entre sí como entidades autónomas. Hoy el concepto de
seguridad está más asociado a que los propios pasajeros no se suiciden
destruyendo su avión, y las discusiones internacionales cada vez
implican más a bloques que a naciones aisladas. La OACI supo adaptarse
al cambio como muy pocas instituciones internacionales.
[4] El final de Laker fue el resultado de errores propios, que sin duda
cometió, pero también de maniobras que no dejan muy bien paradas a
muchas empresas aerocomerciales e industriales presumiblemente
respetables.
[5] ETOPS (extended twin operations) es un tipo de operación que permite
hacer vuelos con bimotores sin tener alternativas cercanas. Sus reglas
son indispensables, por ejemplo, para cruzar el Atlántico en un bimotor.
[6] La CLAC (Comisión Latinoamericana de Aviación Civil) es un organismo
regional de coordinación de la aviación civil. Está integrado por
Argentina, Aruba, Bolivia, Belice, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica,
Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, Jamaica, México,
Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay y
Venezuela.
[7] Por supuesto, no todos salieron bien, la experiencia de Iberia en
Latinoamérica es un ejemplo de fracaso rotundo de estos mecanismos.
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