Promediando la Segunda
Guerra Mundial era evidente para todos sus participantes que la victoria
estaría del lado de los aliados, y que Estados Unidos sería el gran
ganador.
En lo que a transporte aéreo hace, desde mucho antes de la contienda,
los norteamericanos se habían planteado controlar todas las rutas aéreas
globales, y habían designado a Pan American para cumplir con ese
objetivo. Cuando comenzó el conflicto la red de esta empresa cubría casi
todo el planeta, y el plan era crecer como nunca cuando llegara la paz.
La Convención de Chicago de 1944 fue un parte de este programa, porque
su objetivo primordial fue establecer cielos abiertos en todo el mundo.
Fracasó en ese empeño porque los británicos comprendieron que por ese
camino se llegaba a un monopolio sin alternativas, pero el intento se
hizo, y el uso de la fórmula “libertades del aire” para designar los
tipos de tráfico es un indicio fuerte de las ideas que se querían
imponer.
Al mismo tiempo que la política hacía su trabajo y la industria
planificaba los aviones que entrarían en servicio para este imperio del
cielo, el brazo ejecutor, Pan American, tenía que convencer al mundo de
que su proyecto era viable y sería lo mejor para el mundo. Para lograr
este cometido, a partir de 1944 la empresa realizó una fuerte campaña
publicitaria global mostrando los logros que había alcanzado hasta ese
momento, y anunciando los beneficios que recibirían los viajeros de la
postguerra.
Este aviso fue publicado en Selecciónes (Reader´s Digest) de abril de
1945, y es muy claro al respecto. En los diarios de todos los países
americanos pueden encontrarse mensajes similares.
Buenos Aires 9 de
Diciembre de 2009
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