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Historias de Aviación Comercial: ALA
y Austral (separadas, pero no mucho)
El rey de la ruta
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Un pistero conductor de
los años setenta se desespera tras el volante.
Austral apeló a las deficiencias de la red vial
argentina para vender sus servicios aéreos, haciendo
una extraña publicidad gratuita de ciertos servicios
ferroviarios (imagen: archivo
Pablo Luciano Potenze). |
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¿Cuál es la verdadera competencia del avión? El tema da para larguísimas
discusiones, que en los últimos tiempos —habida cuenta de las
incomodidades que la seguridad ha impuesto en los aeropuertos— incluye
como alternativa la decisión de no viajar.
Aunque no se mencione mucho, en la Argentina el gran competidor es el
auto particular. Y a fuerza de ser sinceros, es un competidor que plantea
serias, muy serias, ventajas en todos los tramos que pueden hacerse en
una jornada, y vale para trayectos mucho más largos.
El problema de fondo es que la gente no quiere volar, quiere viajar, que
es algo mucho más complicado, porque incluye —además del traslado— la
movilidad en el destino. Quien compra un viaje en avión, compra llegar
muy rápido desde un aeropuerto a otro, pero al llegar se acaban las
ventajas, porque hasta la operación imprescindible de salir del
aeropuerto de destino (o llegar al de origen) puede ser algo complicado
y caro.
Y, según el tipo de viaje que se pretenda hacer, la necesidad de
movilidad flexible puede ser determinante de la necesidad de contar con
un automóvil en el destino.
En un ambiente pudiente esto se soluciona fácilmente alquilando un auto,
pero para la clase media argentina esa solución es muy cara. Y en 1970,
cuando fue publicado este aviso, además era muy escasa.
Así las cosas, la opción de una inmensa mayoría era soportar las
incomodidades de la ruta para aprovechar otras ventajas.
ALA y Austral comprendieron este problema, y vieron claramente que el
cliente objetivo era una familia de clase media que podía pagar el viaje
en avión —eso no estaba en discusión— pero que necesitaba el auto.
Entonces eligió proponer una alternativa que entonces era posible,
mandar el auto por tren y viajar en avión. Era una jugada arriesgada,
porque la tentación de mandar el auto en tren y viajar en tren —en esa
época había camarotes— era un peligro, pero la apuesta se hizo.
Los ferrocarriles ofrecían el servicio, pero después decidieron ir por
todo convirtiendo el transporte de autos en un adicional que sólo era
accesible para pasajeros ferroviarios. Si vamos a ser estrictos, la
propuesta en cuestión funcionó (en rigor ya funcionaba) de otra manera,
porque había un grupo que viajaba en auto al lugar de veraneo, dejaba a
la señora y a los chicos, volvía a trabajar a Buenos Aires y hacía
escapadas permanentes en avión.
Este aviso fue publicado en Primera Plana el 15 de diciembre de 1970, en
plena temporada de decisión de vacaciones. La cara y la expresión del
gordito se llevan de parabienes con el texto referido a las molestias
del viaje en auto, en una época en que las rutas y los autos eran mucho
más limitados que los actuales. Un detalle no menor, el texto apela al
tuteo, estrictamente al voseo, en el título, algo que hoy es común pero
que entonces era raro. El texto adopta la forma usted.
Las flotas de ALA y Austral |
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La oferta de aeronaves
de ALA y Austral en 1970 era muy moderna para la
época, y bien adaptada a los mercados en los que
volaba, ya que su flota estaba formada por jets BAC-111/400
y /500 de 74 y 103 asientos y turbohélices Nihon YS-11
de algo más de 50. A los primeros les decían “Higienol”,
una marca de papel higiénico que en ese entonces
basaba su publicidad en que sus rollos tenían 74
metros.
Las imágenes de los BAC son fotos publicitarias
repartidas por Austral. |
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Buenos Aires 26 de Agosto
de 2010
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