Para el ambiente
políticamente correcto de los empleados de Aerolíneas Argentinas Antonio
Mata Ramayo fue el “gran satán”, una expresión que acuñó el ayatollah
Khomeini para referirse a Estados Unidos. Sin duda una exageración, en
ambos casos.
Mata Ramayo no será
recordado como un gran presidente de la empresa (¿hubo alguno?), pero
habrá que reconocerle que la supo levantar —con plata ajena, como
siempre—, que tenía una verborragia incontenible, que más o menos la
mitad de las cosas que dijo no se cumplieron —la otra mitad sí—, y que
tuvo la absoluta impericia necesaria para pelearse con todos los
sectores de la organización.
Pero también quedará
en esta historia como un hombre con sentido del humor.
LAN Argentina, a su
vez, quedará en la historia como una empresa que entró al mercado
argentino por la ventana, utilizando testaferros (Aero2000) y generando
una intriga que ningún funcionario serio podría haber aceptado. Quizás
ése sea el método que funciona para crear una filial de una empresa
chilena en Latinoamérica, porque en Perú y Ecuador también hizo cosas
raras.
Ricardo Alberto
Cirielli es el personaje más difícil de encasillar. Sin ninguna duda su
obstinación “salvó” a Aerolíneas Argentinas en 2001 porque se negó a
firmar el plan director de la SEPI, pero visto lo que vino después
habría que preguntarse si valió la pena salvarla. Fue hábil como
sindicalista y como peronista, porque intuyó para donde soplaba el
viento y fue el primero en apoyar la candidatura de Kirchner. Eso le
valió como premio ser nombrado Subsecretario de Transporte Aerocomercial
en 2003. Su gestión admite muchas interpretaciones, pero hay una sola
constante: todo lo que hizo —desde la creación de LAFSA en adelante— fue
funcional a la creación de LAN Argentina.
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La filial argentina de
LAN empezó volando con Boeing B-737-200. Recibió
cinco, pero probablemente nunca tuvo más de tres
operativos a la vez. Las maquinas fueron
matriculadas: LV-BBI, LV-BBM, LV-BBO, LV-BCB y LV-BCD.
Los últimos B-737-200 que operados por LAN
estuvieron almacenados en el aeródromo de Morón
después de salir de servicio. La empresa los
estacionó allí porque era más barato que en un
aeropuerto de AA2000, pero no confiaba en la
seguridad del lugar, y por eso puso un vigilante al
lado de cada avión. En la imagen los B-737-200 LV-BBO,
LV-BBI y LV-BCD (foto Pablo Luciano Potenze).
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Aerolíneas Argentinas,
como no podía ser de otro modo, siempre se opuso a la entrada de
LAN-Chile o LAN-Airlines al mercado argentino. Cualquier empresa hubiera
hecho lo mismo en su lugar, pero perdió la batalla, y Aero2000, que
volaba con aviones pintados con los colores de LAN fue autorizada a
instalarse en el país.
Los buenos modales
empresarios dicen que cuando entra al ruedo un competidor queda bien
publicar un aviso dándole la bienvenida, y el 8 de junio de 2005
Aerolíneas Argentinas, presidida por Mata Ramayo, lo hizo en todos los
diarios y varias revistas para saludar a LAN.
La imagen parece
normal para una circunstancia de este tipo: una fila de aviones de
Aerolíneas Argentinas con uno de LAN entre ellos. Pero si se mira con
cuidado, el fondo del mensaje está en la matrícula de este avión, que es
CC-RAC.
CC es el prefijo de Chile, o
sea que se está diciendo claramente que no se trata de una empresa
argentina, y RAC son las iniciales de Ricardo Alberto Cirielli, el
funcionario que desde su cargo hizo posible este desembarco. El texto,
que sostiene que LAN-Chile “contribuirá al desarrollo aerocomercial de
la Argentina, con el único apoyo de su propia eficiencia” es una ironía
total frente a los manejos que hizo LAN para ser aceptada en el país.
Buenos Aires 30 de Marzo
de 2010
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