Este aviso de ALA publicado en la revista
Primera Plana el 6 de enero de 1967 parece hecho exactamente al
revés de lo que indicaría la teoría publicitaria, porque las empresas
siempre tratan de destacarse, de llamar la atención por tener algo
exclusivo, y aquí el punto de atención primario es decir que se opera
con el más vulgar de los aviones.
Hay que leer todo el texto para encontrar la esencia aparente de la
cuestión, usando aviones marca Douglas la empresa está con la tendencia
de las principales aerolíneas internacionales del mundo, pero por encima
y por separado de esto, en materia de servicio se ubica en el nivel más
elevado, que la colocan en una selecta minoría.
Hasta aquí podría ser un mensaje un poco rebuscado pero válido, estamos
donde hay que estar, con la tecnología más probada y con el servicio más
selecto, pero no es verdad.
El verdadero fondo de la cuestión es tecnológico, y es algo que para el
anunciante está perdido por anticipado. ALA volaba con el Douglas DC-6B,
sin duda un excelente avión desde todo punto de vista, pero en 1967 era
un avión decididamente anticuado. Había sido diseñado más de veinte años
atrás, tenía motores de pistón y volaba a algo más de 500 kilómetros por
hora a 6.000 metros de altura, donde están todas las tormentas. Al mismo
tiempo su competidor directo —Aerolíneas Argentinas— hacía cinco años
que operaba en las mismas rutas con el Caravelle, un jet puro que volaba
a unos 850 kilómetros por hora por encima de las tormentas y tenía
muchas ventajas sobre el modelo de Douglas que presentaba ALA.
Como serían las cosas, que las tarifas de ALA eran menores que las de
Aerolíneas por la diferencia de avión. El servicio no incidía en el
precio.
Unos meses más tarde ALA empezaría a operar con jets, y la competencia
se plantearía en otros términos.
Buenos Aires 26 de
Enero de 2010
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