La noticia fue sorpresiva, pero bien vista
era tan lógica como anunciar que la tierra es redonda. LAN y TAM habían
decidido fusionarse.
Desde hace años las grandes empresas europeas y norteamericanas lo están
haciendo, en Asia ya hay algo de eso e incluso en América Latina hay
ejemplos. ¿Por qué habría de llamarnos la atención esta decisión?
Y la respuesta es por la magnitud. Estamos hablando —a nivel
continental— de una jugada que tiene como objetivo participar en el
campeonato mundial con un equipo latinoamericano fuerte, algo que con el
tradicional complejo de inferioridad de la región parecía inimaginable.
El ritmo del mundo
Dicen —y nadie lo ha desmentido— que Ian
Carlzon predijo alguna vez que con el proceso de desregulación sólo
sobrevivirían unas cuatro empresas europeas muy grandes. Este pronóstico
fue el puntapié inicial de un proceso por el que las diversas aerolíneas
del mundo buscaron aumentar su masa crítica a través de procesos muy
distintos entre sí, que dieron todo tipo de resultados, muchos de ellos
contradictorios.
Y la primera contradicción se llamó empresas low cost, porque lo que
parecía un sistema con tendencia a la consolidación de gigantes armados
sobre bases tradicionales, fue asaltado por depredadores recién llegados
que le infligieron heridas de consideración, aunque no mortales.
La asociación de empresas es un mecanismo viejo como el comercio, que en
el fondo busca eliminar competencia y cartelizar el mercado, siguiendo
la vieja máxima, “si no puede derrotar a tu enemigo, únete a él”, pero
hay que reconocer que a la industria aeronáutica le costó entenderlo,
porque hasta hace poco se manejaba como una cuestión política, de
imposición de banderas, antes que una cuestión comercial.
Durante los años setenta el debate acerca de por qué las líneas aéreas
no podían funcionar dentro de las normas generales con las que
funcionaban el resto de las empresas estaba planteado. El punto de corte
fue la Deregulation Act que firmó el presidente Jimmy Carter en 1978
(prestar atención a la fecha, hace más de treinta años).
Es posible que la desregulación no haya sirvido para hacer rentable el
transporte aéreo, pero está probado que sirvió para hacerlo crecer, para
que aparecieran más rutas, más frecuencias y para que las tarifas
cayeran. Un claro beneficio para los pasajeros, convertidos, ¡por fin!,
en el objetivo a satisfacer por el sistema.
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TAM
nació como taxi aéreo, creció como aerolínea
regional subsidiada y llegó a su situación de
primera empresa brasileña después de haber
incorporado capitales internacionales (foto: Pablo
Luciano Potenze). |
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Por otro lado sirvió para hacer crecer algunas empresas grandes que
terminaron siendo mucho más grandes. Una segunda fase de esta tendencia,
cuando el crecimiento individual se hizo muy difícil, fueron las
alianzas de todo tipo, las fusiones y otros medios de asociación. Podría
decirse que lo que antes había sido un sistema cartelizado con un solo
libreto (el de IATA) se convirtió en un sistema cartelizado con varios
libretos (los de las alianzas), pero un sistema cartelizado al fin. Por
supuesto que, como siempre, hubo otros sistemas superpuestos que estaban
fuera de la gran liga, y lo interesante es que muchos de éstos son
prósperos (low cost, charteras, cargueras, currier).
Lo que se redujo a su mínima expresión como proyecto deseable fue la
empresa estatal protegida, aunque en Latinoamérica subsisten Aerolíneas
Argentinas, Boliviana de Aviación, Conviasa y Cubana. Fuera de la
región, es interesante anotar a Emirates, Ethiad, Gulf Air y otras.
Lo que puede venir
La asociación de LAN y TAM en LATAM, en
algunos sentidos, puede ser una buena noticia para los pasajeros
latinoamericanos, y en otros quizás no los favorezca tanto.
No es casual que para los organismos de defensa de la competencia el
primer tema considerado fue el nivel de monopolio que se establecería en
las rutas entre Chile y Brasil, y los eventuales peligros de esta
situación. La presencia de un operador dominante, mucho más grande que
sus competidores, tiende a estancar los mercados y subir las tarifas, lo
que es un peligro real en un ambiente en el que las autoridades son
débiles y la competencia bastante imperfecta.
Pero al mismo tiempo es probable que la nueva entidad pueda ofrecer
mejores conexiones desde el cono sur hacia fuera de la región, un
tráfico que viene de un proceso de deterioro después de la caída de
Varig y el default de Aerolíneas Argentinas.
Evidentemente las redes sufrirán cambios, habrá que ver qué hubs se
establecerán, y a partir de ello seguramente los trayectos internos se
modificarán. Es de esperar que el concepto de conexiones de calidad
mejore, aunque es evidente que hay un problema serio de aeropuertos y
control del tránsito aéreo que exige grandes inversiones para que el
sistema realmente pueda crecer.
Otro punto que va a requerir acciones urgentes es el normativo. La
región exige un acuerdo multilateral a la altura de los tiempos, algo
parecido a lo que hizo Europa, con la diferencia de que allá se crearon
las condiciones antes de que se produjera la catarata de asociaciones,
mientras que aquí las empresas se asocian, pero no saben a ciencia
cierta en qué ambiente normativo regional van a tener que actuar. El
decorativo tratado de Fortaleza debe dar lugar a un instrumento más
amplio, más moderno y, sobre todo, en el que crean sus signatarios.
Un marco jurídico moderno, con cielos razonablemente abiertos, que
permita la aparición de nuevos operadores o la reconversión de otros
preexistentes, es la única defensa que pueden tener los pasajeros para
evitar los problemas de la concentración y el desarrollo de una
verdadera competencia.
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MD-83 Avianca en Cartagena, Colombia. La vieja
Avianca (Aerovías Nacionales de Colombia) estuvo
cerca de desaparecer, vivió un largo proceso de
quiebra, y fue rescatada por inversiones
internacionales que permitieron que la nueva Avianca
(Aerovías del Continente Americano) sea la cabeza de
uno de los principales grupos aerocomerciales de la
región (foto: Federico Puppio). |
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El nuevo mapa
Chile es desde hace muchos años un gran
defensor de los cielos abiertos, a la altura de la Unión Europea. Esta
política ha sido la base del crecimiento de de LAN. Por supuesto que
convergieron otros factores, como la buena base financiera de la
compañía y las administraciones coherentes.
Pero el gran aliado del crecimiento de la empresa chilena fue la
inoperancia de sus vecinos. Chile es un país chico, con un mercado
interno muy limitado, y resulta evidente que cualquier empresa chilena
con aspiraciones tenía que crecer haciendo pie en otros países
sudamericanos. Las oportunidades se las dieron, sucesivamente, Perú,
Ecuador y Argentina. El primero con los desaguisados de AeroPerú y
AeroContinente, que le permitieron crear LAN-Perú como única alternativa
para un país que se había quedado sin transporte aéreo. El segundo con
la patética caída de Ecuatoriana, que generó una situación parecida o
peor que la peruana y finalmente Argentina que abrió sus puertas a LAN
cuando el desatino de LAFSA fue inmanejable. Los chilenos fueron capaces
de presentarse como la solución a los problemas de tres países que en
mayor o menor medida habían defendido históricamente el concepto de
propiedad sustancial nacional de sus líneas aéreas y sus rutas, y que
por ese camino un día habían llegado a una situación grave que justificó
algunos malabarismos políticos y jurídicos de esos que cada tanto nos
hacen pensar que en todo el mundo el derecho aeronáutico tiene algo o
mucho de farsa.
En Brasil las cosas fueron diferentes. Se
trata de un país que también defendió —mucho más seriamente— el concepto
de propiedad sustancial y que por lo tanto no participó del festival de
desnacionalizaciones de los años noventa, pero no pudo escapar de la
crisis generalizada de sus empresas, todas privadas, todas subsidiadas
de alguna manera. La diferencia fue que a pesar de las muertes dolorosas
de Transbrasil, VASP y la vieja Varig, el país se las ingenió para
mantener un servicio aceptable en funcionamiento. Sin duda Brasil perdió
en estos años de crisis y su participación en los vuelos internacionales
hoy es la sombra de lo que fue, pero TAM es una empresa bien
establecida, y tiene una cuota importante del mercado de la región,
empezando por el inmenso territorio brasileño.
Hay muchos problemas en la aviación brasileña. La infraestructura
requiere una puesta al día importantísima (Infraero espera gastar 3.700
millones de dólares hasta el Mundial de Fútbol de 2014), y está en
discusión un aumento de la participación extranjera autorizada a las
aerolíneas. Por otro lado está la multimillonaria deuda de Varig
(transferida a Flex), y habría que ver hasta qué punto Gol, la nueva
propietaria de Varig, tiene claro qué quiere o puede hacer con ésta. La
unión de una low cost con una empresa tradicional, en todo el mundo,
siempre ha sido una operación muy difícil.
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El
Boeing 737-7V3 HP-1524CM de COPA, una empresa
históricamente muy pequeña que a partir del ingreso
de capitales internacionales cambió su concepción y
se hizo importante en la región. Hoy es la mejor
alternativa de los pasajeros del centro de la
Argentina para llegar a decenas de destinos, en todo
el continente (foto: Fernando Puppio). |
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La asociación de las dos empresas más grandes del continente, ambas
saludables, en este marco, casi podría decirse que es una jugada
conservadora, o por lo menos una jugada comprable con lo que están
haciendo las grandes empresas de occidente. No es un salto al vacío, es
otra manera de pensar las cosas desde el punto de vista de las prácticas
generales del momento histórico.
Es de esperar que se planteen diversas estrategias por parte de la
competencia “grande”. El grupo Sinergy probablemente siga juntando
empresas, y hay que estar preparado para que los norteamericanos —que
hoy por hoy son los grandes actores de la región— defiendan sus
porciones de mercado con uñas y dientes. Están acostumbrados a hacerlo.
También es de esperar un crecimiento de empresas de bajas tarifas —habrá
que ver si low cost— que busquen competir en un plano diferente con
servicios diferentes. Probablemente quien más deba definir su posición
en este tablero es Gol, que con la compra de Varig abandonó su claro
plan de negocios de los primeros tiempos y todavía no se sabe bien hacia
dónde apunta. Por supuesto, seguirá habiendo, como en todo el mundo,
nichos pequeños para operadores inteligentes. Obviamente los gobiernos
deben acompañar actualizando legislaciones que tienen mucho de arcaicas.
Así como están las cosas, la realidad latinoamericana actual es que hay
dos grupos importantes, uno muy grande (LATAM), y otro solamente grande
(Synergy, que incluye a Avianca, TACA Oceanair y otras). No hay una
participación clara de aerolíneas extrarregionales en ellos, aunque hay
algunas alianzas. El resto de las empresas, funcionan como entes
aislados, con poca penetración de las grandes alianzas internacionales.
aunque hay algunas asociaciones sui generis. México es un gran
interrogante, que no solucionará sus problemas con el tradicional más de
lo mismo, así que va a tener que desarrollar su imaginación.
No es un dato menor que los nuevos grandes grupos empresarios tienen una
fuerte capitalización internacional, incluso extrarregional.
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A
principios de los años sesenta el gobierno brasileño
manejó las cosas para que tres empresas privadas
deficitarias y subsidiadas (Panair do Brasil, REAL
Aerovías Brasil y Varig) pasaran a integrar una sola
empresa privada deficitaria y subsidiada (Varig).
Durante la presidencia de Lula, cuando ya operaban
bien TAM y GOL con participación de capitales
internacionales, se llegó a la conclusión de que el
esquema de empresa privada deficitaria y subsidiada
podía dar lugar a otro sistema de empresas privadas,
sin aportes estatales, por lo menos para las rutas
internacionales y las domésticas voladas con aviones
de más de cien plazas. Esto significó por un lado el
fin de la vieja Varig, pero al mismo tiempo hubo una
reducción objetiva de los vuelos internacionales con
bandera brasileña. Los problemas de la aviación
brasileña son gigantescos, pero pudo darse el lujo
de integrar LATAM. En la foto el Boeing 737-8AS PR-VBD
hace unos años, cuando aun tenía los colores de
Varig, delante de un A320 de TAM (foto: Fernando
Puppio). |
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El dolor de ya no ser
La gran perdedora de la creación de LATAM
es la tradición de América Latina de cielos cerrados y empresas
nacionales.
En realidad ésta es una muerte anunciada, porque la inviabilidad de esta
corriente de pensamiento ya era evidente a fines de los años ochenta,
cuando surgieron los procesos de privatización. Es interesante acotar
que la mayoría de éstos fue un fracaso rotundo, pero esto se debió
fundamentalmente a la falta de convicción con la que se hicieron. Algo
parecido fue el tratado de Fortaleza.
Uno de los grandes defensores de las empresas de bandera, el comodoro
Juan José Güiraldes, sostuvo en más de una oportunidad la conveniencia
de crear una gran línea latinoamericana a la que llamó Líneas Aéreas
Sudamericanas (LASA), y sobre la que no dio demasiadas precisiones.
LATAM es el primer paso firme en ese destino, porque ahora puede
hablarse con fundamento de una gran aerolínea latinoamericana que
involucra de un modo u otro a organizaciones basadas en Argentina,
Brasil, Chile, Ecuador, Colombia y Perú. La diferencia con el
pensamiento de Güiraldes es que se trata de una empresa privada. El
concepto de la aerolínea de bandera estatal y protegida está herido de
muerte, y ahora eso es visible para todos.
Seguramente la Argentina va a ganar con el matrimonio de LAN y TAM,
porque LAN Argentina va a ser parte de la movida, y tiene mucho para
crecer. Tendrá seguramente nuevos destinos, más frecuencias y más
aviones, lo que traducido a lo que a todos preocupa quiere decir que
habrá más servicios, más trabajo aeronáutico en el país. Es una buena
noticia.
Buenos Aires 16 de Noviembre de 2010