Difícilmente pueda decirse que la presencia del C-17A Globemaster III
fue algo novedoso para FIDAE 2010. El modelo lleva más de una década y
media en servicio operativo y es conocido de varios aeropuertos chilenos
que le han tocado visitar. Su primera aparición en la feria, de hecho,
sucedió en 1996 (¿C-17A 94-0068?) y se repitió en 2008 (05-5152); y los
vuelos logísticos que el modelo realiza al aeropuerto “Arturo Merino
Benítez”
constituyen “moneda corriente” para el principal aeropuerto chileno.
Pero fue después del terremoto del 27 de febrero que el modelo registró
sus apariciones más relevantes en Chile: Tres aparatos norteamericanos
desplegaron un equipo de apoyo médico de la fuerza aérea; en tanto que
uno británico (ZZ172) y otro qatarí
(A7-MAB) trajeron hasta Pudahuel la ayuda humanitaria que esas naciones
decidieron entregar a Chile tras el cataclismo.
Esta notoriedad permitió posicionar el Globemaster III nuevamente en las
primeras planas periodísticas, lo que podría constituir una oportunidad
más que propicia para ayudar a prolongar algunos años un proyecto
industrial que está llegando al final de su existencia. Para poner a los
lectores en perspectiva, el C-17 fue resultado del programa C-X,
iniciado por la USAF (United States Air Force o Fuerza Aérea de los
Estados Unidos) en diciembre de 1979, cuya ejecución fue adjudicada a
McDonnell Douglas (hoy parte de Boeing Defense, Space & Security) en
agosto de 1981. En el marco de un proceso de desarrollo que, por sus
atrasos y sobrecostos, fue objeto de fuertes críticas y estuvo a punto
de ser cancelado, el C-17 voló por primera vez en septiembre de 1991,
ingresó al servicio activo en junio de 1993, logró capacidad operativa
en enero de 1995 y alcanzó las primeras 100.000 horas de vuelo en agosto
de 1998.
El Globemaster III de FIDAE
2010 |
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(foto Franco Costa) |
(foto Alejandro Ruiz) |
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(foto Alejandro Ruiz) |
(foto Carlos P. Valle
C.) |
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Desde
fines de 1995, al poco tiempo de entrar en servicio, tomó parte activa
en las campañas y operativos con los que distintas fuerzas
multinacionales trabajaron para restablecer la paz en la región de los
Balcanes (operaciones Joint Endeavour y Allied Freedom). En 2001,
participó de la campaña contra el terrorismo talibán oculto en
Afganistán (operación Enduring Freedom) y en 2003 brindó su apoyo a
la ocupación de Irak (operación Iraqi Freedom). También desde
poco tiempo después de alcanzar capacidad operativa, el C-17A ha
intervenido en misiones humanitarias en los cinco continentes del
planeta. La primera de ellas tuvo lugar en las Islas Vírgenes en
septiembre de 1995 y las más recientes se han registrado en América
Latina: Haití en enero y Chile en marzo de 2010. Y no deja de ser
interesante destacar que estas últimas intervenciones involucraron
Globemasters de distintas nacionalidades. En Haití participaron aparatos
norteamericanos, canadienses, qataríes y de la OTAN; mientras que en
Chile vimos aparatos norteamericanos, británicos y qataríes.
“Hace 50 años, la solidaridad norteamericana
también volaba en Globemasters…II” |
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Dos
C-124 Globemaster II desplegados a Puerto Montt y en pleno proceso
de descarga. Nótese el HU-1A Iroquois estacionado en primer plano
(foto Archivo J. Brahm Y. vía
Museo Nacional Aeronáutico y Espacial). |
Cinco
décadas antes del terremoto que alteró radicalmente la orientación
de FIDAE 2010, Chile fue devastado por otra serie de cataclismos
que, a lo largo de casi dos semanas, sacudieron al país entre Talca
y Chiloé y se percibieron hasta en Lejano Oriente, Oceanía y América
del Norte. Conocido también como el “Gran Terremoto de Chile”, el
evento fue dominado por un terremoto de magnitud 9,5 con epicentro
cerca de Valdivia que vino acompañado de 8 terremotos de escala
superior a 6,75, dos tsunamis que llegaron hasta Japón y la erupción
del Volcán Llanquihue. Según distintas estimaciones, la tragedia
produjo US $ 500 millones en pérdidas materiales, sobre 10.000
muertes y cerca de 2.000.000 de afectados.
Conmovido por la magnitud de la tragedia, el mundo entero se
movilizó inmediatamente para ayudar a Chile. Entre muchas otras
fuerzas armadas, el Estado Mayor Conjunto de los Estados Unidos puso
su maquinaria logística y sanitaria en marcha y, entre el 26 de mayo
y el 30 de junio, desarrolló un puente aéreo impresionante en el que
varias decenas de aviones de transporte y carga trasladaron 460
toneladas de abastecimientos y equipos, incluyendo raciones
alimenticias, vacunas antitetánicas, suero anti-gangrena y otros
medicamentos esenciales, purificadores de agua, lavanderías,
sistemas de comunicaciones, 550 funcionarios militares, dos
hospitales de campaña completamente equipados (con capacidad para
400 pacientes cada uno) y 10 helicópteros de evacuación aeromédica.
La ayuda humanitaria, sin embargo, no solo provenía del gobierno
estadounidense ya que la carga incluía aportes de organizaciones
religiosas mormones y clubes rotarios, tanto de EE.UU. como de
Japón.
Si bien las fuentes consultadas difieren en la cantidad de aeronaves
involucradas, tenemos certeza de que en el puente aéreo
norteamericano participaron aeronaves C-47 Skytrain, C-54 Skymaster
y C-118, aunque el grueso de la ayuda fue transportada por entre 33
y 54 cargueros pesados C-124 Globemaster II del MATS (Military
Air Transport Service o Servicio de Transporte Aéreo Militar). En su
interior se desplazaron, entre otros, los 7º y 15º Hospitales de
Campaña, provenientes de Fort Belvoir (Virginia) y Fort Bragg
(Carolina del Norte) y los 10 helicópteros HU-1A Iroquois de
los 56º y 57º Destacamentos de Helicópteros Ambulancias Médicas, con
asiento en Fort Bragg (Carolina del Norte) y Fort Meade (Maryland).
Con la misión de “asistir en la evacuación y cuidado de heridos y
para ayudar a prevenir un brote de enfermedades contagiosas”, los
hospitales fueron desplegados en Puerto Montt y Valdivia.
El
15º Hospital llegó a Puerto Montt a bordo de tres C-124 que hicieron
escala previa en Santiago e inició sus operaciones el 29 de mayo. El
7º Hospital y todos los helicópteros desembarcaron en Santiago y
siguieron camino a Valdivia por tierra, donde comenzaron a operar el
1 de junio. Los helicópteros participaron activamente sobrevolando
las zonas afectadas por el desastre, particularmente aquellas más
aisladas e inaccesibles por tierra, evacuando heridos, rescatando a
pobladores afectados y transportando comida, frazadas, ropas y
medicamentos. Más importante aún, los Iroquois desplegaron médicos a
distintas localidades afectadas, ya sea para brindar tratamientos
puntuales o para participar en una campaña masiva de vacunación que
se organizó para prevenir epidemias.
Al término del operativo, las instalaciones de los dos hospitales de
campaña fueron donadas al gobierno chileno. |
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Dos de
los C-124C Globemaster II que logramos identificar en el puente
aéreo a Chile. A la izquierda, el 52-1053 (c/n 43962). A la derecha,
el 53-0052 (c/n 44347), último Globemaster II construido por Douglas
(fotos cortesía
Museo Nacional Aeronáutico y Espacial). |
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Si bien en la década de 1980, la USAF
pretendía adquirir 350 ejemplares del Globemaster III, el fin de la
Guerra Fría, las idas y venidas del programa y las fluctuaciones del
presupuesto militar norteamericano redujeron esa cantidad hasta 120.
Pero su buen desempeño, las demandas estratégicas surgidas después del
11 de septiembre de 2001 y su elevada tasa de utilización hicieron que
la cifra “rebotara” y hoy alcance a 223 aparatos. Contribuyendo a
rentabilizar y prolongar marginalmente la cadena de producción, varias
naciones adoptaron el modelo en la primera década del Siglo XXI. El
primer cliente fue Gran Bretaña, que comenzó alquilando cuatro
ejemplares en 2001 y terminó adquiriendo un total de seis aparatos. La
lista de clientes internacionales se amplió posteriormente con
Australia, que adquirió cuatro ejemplares en 2006, Canadá (cuatro en
2007), la OTAN (cuatro en 2008), Qatar (dos en 2008) y los Emiratos
Árabes Unidos (seis en 2010); mientras que India está negociando la
adquisición de 10 ejemplares. Si bien parece difícil recuperar las 350
unidades proyectadas durante la Guerra Fría, las 259 que el programa
acumula actualmente pueden considerarse un resultado o compromiso más
que aceptable y exitoso.
¿Proyección
latinoamericana?
El
creciente costo de mantener sus capacidades operacionales ha llevado a
que las fuerzas aéreas de distintas naciones busquen nuevas alternativas
para renovar y mantener sus flotas de aeronaves militares. Con el C-17,
Boeing y varios operadores han desarrollo programas tipo “tiempo
compartido” que han innovado tanto en la forma de adquirir como en la de
mantener operativas sus flotas de transporte aéreo militar. La primera
de ellas es el programa SAC (Strategic Airlift Capability o
Capacidad de Transporte Aéreo Estratégico) implementada por 12 naciones
de la OTAN (Bulgaria, Estonia, Holanda, Hungría, Lituania, Noruega,
Polonia, Rumania, Eslovenia y los EE.UU.) para adquirir cargueros C-17
que operarán de manera conjunta desde Papa (Hungría) por espacio de 30
años con el propósito de satisfacer las necesidades de transporte aéreo,
tanto estratégico como táctico, de sus integrantes. La segunda es la
iniciativa GSP (Globemaster III Sustainability Partnership o
Asociación para el Soporte del Globemaster III), una iniciativa en la
que Boeing asume la responsabilidad de atender la flota C-17 global
mediante un contrato unificado y con niveles de servicio y performance
comprobables. El objetivo último de la GSP es lograr mejoras sensibles
en la disponibilidad de la flota y reducciones importantes en sus costos
de operación y mantenimiento.
Es, precisamente, la figura de un “consorcio” la que podría abrir las
puertas a la adquisición de C-17s para algunas fuerzas aéreas de América
Latina. Coincidiendo con la presentación del Globemaster III en FIDAE
2010, Boeing reveló haber “propuesto la idea” de establecer un programa
SAC sudamericano a varias naciones de la región; entre las cuales
estarían Brasil, Argentina y Chile. Y, según lo señalado por Joseph
McAndrews, vicepresidente de desarrollo de negocios para Europa, Israel
y las Américas, “la respuesta ha sido esperanzadora”. Claro que, de
tener éxito, la iniciativa deberá afrontar no pocos obstáculos
comerciales, políticos y financieros. Comercialmente, deberá vérselas
con competidores tan interesados como Boeing en capturar ese pequeño
segmento del mercado: Lockheed Martin (con el C-130J Hercules, o incluso
con algunos Hercules de segunda mano debidamente modernizados), Airbus
(con el A400M) y Embraer (con su KC-390). Pero en la decisión final tal
vez pesarán más las consideraciones políticas, evaluadas en despachos
estatales e industriales de varias capitales americanas entre
Washington, Brasilia, Buenos Aires o Santiago, o las limitaciones
económicas que impondrá la pretendida adquisición de aparatos valuados
en US $ 195 millones cada uno. Pero, tal como lo demuestra en una
entrevista exclusiva, McAndrews tiene ideas muy sólidas sobre las
ventajas que el C-17 tiene en esta carrera…
“Un consorcio sudamericano recibiría el último modelo del C-17” |
Interesados en confirmar avances y proyecciones de la propuesta de
crear un consorcio que opere varios Globemaster III en América del
Sur, aprovechamos nuestros contactos en comunicaciones
internacionales de Boeing para acercar a Joseph McAndrew un
cuestionario más profundo sobre el proyecto. He aquí el resultado de
nuestro intercambio con McAndrew.
Pregunta: Según el sitio español, Infodefensa, Boeing ha estado
conversando con distintas naciones sudamericanas sobre la posible
adquisición de cargueros C-17 mediante una fórmula similar a la
empleada por la Organización Administradora de Transporte Aéreo de
la OTAN. ¿Las conversaciones han continuado luego de FIDAE 2010 o
estas quedaron donde las dejaron después de la feria?
Respuesta: Las conversaciones sobre la adquisición de
cargueros C-17 bajo un concepto similar a la iniciativa SAC (Strategic
Airlift Capability) de la OTAN continúan con potenciales clientes en
la región.
P: Si
bien la propuesta es aún “conceptual” y la respuesta ha sido
“esperanzadora”, solo se ha identificado a Chile, Argentina y Brasil
como potenciales participantes del proyecto. ¿Puede Ud. identificar
otros participantes? ¿La propuesta se restringe a naciones
sudamericanas o puede también incorporar otras naciones
latinoamericanas y del Caribe?
R: La necesidad [de contar con aeronaves] de
transporte aéreo en América del Sur está creciendo y se hace
evidente por los recientes desastres de Haití y Chile. El consorcio,
en buena medida, determinará [quiénes serán] sus participantes y los
términos generales del acuerdo.
P:
¿Boeing ha estimado / calculado cuántas aeronaves podrían ser
adquiridas por el consorcio? Si un álgebra simple dice que hicieron
falta 12 naciones europeas para comprar tres ejemplares, ¿los tres
candidatos mencionados hasta ahora representan sólo un avión o
existen otros factores que podrían incrementar el número de
aeronaves a ser adquirido?
R: El número de aeronaves a ser adquiridas será
determinado por los requerimientos de cada uno de los miembros del
potencial consorcio.
P:
Aunque no estén en la misma categoría de mercado que el C-17, Boeing
debe esperar algún grado de competencia comercial (y oposición
política) de parte del KC-390 de Embraer, el C-130J de Lockheed
Martin y el A400M de Airbus. ¿Está Ud. de acuerdo con que el C-17
deberá competir con esos modelos? ¿Cuáles serían las ventajas
competitivas del Globemaster III sobre sus competidores?
R: El C-17 posee una capacidad de transporte aéreo
inigualada que ofrece el mejor valor para los clientes dado que lo
hace todo tanto en el terreno táctico como en el plano estratégico.
La capacidad táctica y estratégica de decolar o aterrizar, de día o
de noche, en una pista de tan solo 915 m., asfaltada o no, lo hace
el transporte líder tanto para misiones militares como humanitarias
y de fuerzas de paz. Esto separa completamente al C-17 de su
competencia.
P: ¿Si
el esquema propuesto tiene éxito, Boeing estaría disponible a
proporcionar alguna forma de financiamiento?
R: Esto será determinado por los requerimientos del
consorcio y de si este decide comprar los aviones mediante una venta
comercial directa o por medio de un programa de ventas militares FMS
(Foreign Military Sale[ o Ventas Militares al Exterior]).
P: El
esquema de un consorcio o “tiempo compartido” parece justo y
eficiente para operaciones aéreas en tiempo de paz. ¿Pero cómo
funcionaría este en tiempos de guerra? ¿Boeing impondría
restricciones contractuales, políticas o de seguros a la operación
de estas aeronaves en condiciones de combate real? ¿Qué experiencia
han tenido con los aparatos de la OTAN?
R: Una vez que se aprueba una venta y Boeing pone el
programa en marcha, no hace ninguna diferencia si estamos en tiempos
de paz o tiempos de guerra. Boeing estará allí para apoyar a sus
clientes.
P:
Visto el clima político que impera en América Latina, donde tantas
naciones parecen alejarse del alineamiento político con Washington,
¿el gobierno norteamericana autorizará el tipo de convenio (y el
modelo de aeronave) propuesto por Boeing? ¿O continuará insistiendo
en proveer solo material de segunda mano rescatado del desierto de
Arizona y reacondicionado?
R: Un consorcio sudamericano [como el propuesto]
recibiría el último modelo del C-17 con todas y cada una de las
actualizaciones más recientes.
P:
¿Podría proporcionarnos algunas proyecciones de costo de
adquisición? ¿Cuánto podrían costar tres C-17s para el “SAC
sudamericano”?
R: Un consorcio sudamericano pagaría las mismas
tarifas con que la Fuerza Aérea de los EE.UU. (USAF) contrata sus
C-17s. El precio final, que Boeing no revelará a público
conocimiento, se basa en las capacidades y sistemas de apoyo
solicitados por el cliente.
P:
¿Podría este tiempo compartido participar de la Asociación para el
Apoyo del Globemaster III? ¿Cuál puede ser el costo de participar en
esa alianza de soporte?
R: Todos los clientes que han comprado C-17s hasta
ahora han participado del programa GSP (Globemaster Sustainment
Partnership) y se anticipa que este consorcio también decidirá
participar de él. Su costo se negocia entre la USAF, Boeing y los
demás clientes y no se divulga públicamente. [Pero] hay economías de
escala que se pueden obtener de la Globemaster III Sustainment
Partnership. Los repuestos son fabricados y adquiridos más
económicamente para una flota de más de 200 aviones de los clientes
norteamericanos e internacionales. Además, toda la proyección de
partes y reparaciones se efectúa usando una base de datos
centralizada que analiza datos de una “virtual” flota completa de
C-17s. |
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“Welcome aboard Air Force 89-1190”…
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El “89-1190”
fotografiado en un rodaje de Pudahuel un día antes
de nuestro vuelo de prensa (foto Gabriel Luque). |
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El aparato expuesto en FIDAE 2010 era
el más antiguo de todos los que han pasado por la exposición ya que se
trataba del cuarto C-17A de serie y el quinto de todos los C-17
construido por McDonnell Douglas (o Boeing) en su planta de Long Beach
(California). Identificado con el número de serie P-4 y portando la
matrícula 89-1190, el aparato realizó su primer vuelo el 9 de septiembre
de 1992 y fue entregado a la 412 TW (412th Test Wing o 412ª Ala de
Ensayos en Vuelo), con base en Edwards (California), el 9 de diciembre
de 1992. En los años subsiguientes, sería uno de los protagonistas de la
validación operacional del modelo y registraría tres de los 33 récords
que detenta el C-17 ya que, comandado por Scott Grunwald y Richard M.
Cooper, el 25 de agosto de 1993 superó las marcas mundiales en ascensos
con 5.000 kg de carga hasta 3.000 m (3’ 55”), hasta 6.000 m (7’ 31”) y
hasta 9.000 m (14’ 32”) de altitud. Al término de su carrera como banco
de pruebas, fue asignado a la 437 AW (437th Airlift Wing o 437ª Ala de
Transporte Aéreo), con asiento en Charleston (Carolina de Sur), cuyas
marcas lució al menos entre octubre de 2000 y diciembre de 2009. Desde
principios de 2010, se encuentra asignado a la 62 AW (62nd Airlift Wing
o 62ª Ala de Transporte Aéreo) con sede en McChord (Washington).
Nuestro vuelo en el “once-noventa” comenzó a gestarse antes de la feria
gracias a un intercambio postal fortuito que iniciamos con el área de
comunicaciones internacionales de Boeing Defense un día después del
terremoto. Su concreción, sin embargo, tomaría bastante tiempo y, en
determinado momento, llegamos a resignarnos con su no realización. Es
que, a diferencia de otras FIDAEs, la oferta de vuelos que la USAF puso
a disposición de la prensa en 2010 fue bastante más reducida. Y recién
el jueves 25 de marzo, tras incontables conversaciones entre el
fabricante y el operador, el “alto mando” aeronáutico norteamericano
decidió programar nuestro vuelo en el C-17 para el viernes 26. Tal como
comprobamos el día del vuelo, la lista de invitados estaba integrada por
una decena de representantes de prensa y televisión de medios masivos
locales (diario El Mercurio y Canal 13 de Santiago de Chile y la filial
chilena de CNN) y varios medios especializados, tanto locales como
extranjeros (FIDAE Extraoficial de Chile, War Heat de España, Tecmil de
Alemania, Espejo Aeronáutico y Defensa & Seguridad de Argentina o
Máquinas de Guerra de Brasil).
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Contrastes:
Dos vistas al interior de la bodega del C-17A. A la
izquierda, la cabina fotografiada, vacía y en
tierra, previo a un típico vuelo en tiempo de paz
(foto Gabriel Luque). A la derecha, la cabina
iluminada con focos rojos (también pueden ser
verdes) para contribuir al enmascaramiento del
carguero en zonas calientes o de alto riesgo. |
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Los
preparativos para el vuelo se iniciaron cerca de mediodía tras
instalarnos en la amplia bodega de carga del C-17 acompañados por
nuestros contactos institucionales, Tom Dewald (desarrollo de negocios)
y Marcia Costley (comunicaciones internacionales) de Boeing, y el
capitán Nathan Broshear (prensa), de la USAF. A lo largo del vuelo,
fuimos atendidos también por el jefe del equipo de demostración del C-17
y nuestro anfitrión abordo, el mayor Sergio Anaya, cuya
amabilidad y excelente dominio del idioma castellano facilitarían las
entrevistas y darían a la experiencia un indiscutible “acento mexicano”.
Tras una traducción de las instrucciones de seguridad en vuelo
improvisada por Anaya y el loadmaster, sargento Brandon Ybarra, rodamos
hacia la cabecera 17 izquierda y decolamos a las 11:50 (hora local).
La primera media hora del vuelo debimos mantenernos sentados en nuestros
asientos y con los cinturones de seguridad ajustados mientras el “once
noventa” ejecutaba una breve rutina de exhibición sobre la feria. En la
hora restante, navegamos a 5.000 pies de altitud a través de la
cordillera de la costa hasta llegar a las Rocas de Santo Domingo, donde
descendimos a unos 1.500 pies para recorrer la costa de la V Región
sobrevolando localidades y balnearios tales como Rocas de Santo Domingo,
puerto San Antonio, Isla Negra, Algarrobo, Quintay, Valparaíso, Viña del
Mar, Con Con, Quintero, Maitencillo, Cachagua, Zapallar y Papudo. El
regreso se efectuó siguiendo la ruta inversa, aterrizando nuevamente en
Pudahuel por la pista 17 derecha a las 13:09 hs.
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¡Yo quiero tener esa caja de
herramientas!:
Fiel al más puro pragmatismo norteamericano, el
C-17A optimiza al máximo los espacios disponibles
para hacer altamente eficiente su operación. Estas
dos tomas muestran distintas secciones de la bodega
de carga en las cuales se pueden observar el puesto
de trabajo del loadmaster, paneles de herramientas,
asientos para pasajeros, cajas de herramientas,
escaleras y otros sistemas de apoyo, operación o
mantenimiento. |
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Volar en el mastodonte
de Boeing resultó ser un ejercicio relativamente tranquilo. Nuestra
experiencia de casi una hora y veinte da cuenta de un vuelo sereno casi
hasta el aburrimiento, incluso mientras la aeronave realizaba maniobras
de demostración como las que consumieron la primera media hora del vuelo
de prensa.
La falta de ventanas (existen apenas seis pequeñas escotillas en toda la
bodega de carga), las gigantescas dimensiones de la aeronave y las
maniobras para las cuales fue diseñada contribuyen a limitar las
percepciones que el pasajero puede registrar al interior de la bodega.
Lo que resulta evidente es que la bodega del C-17A optimiza al máximo el
espacio disponible e incorpora una impresionante cantidad de
herramientas y accesorios que contribuyen a hacerlo altamente eficiente
en su operación específica.
De igual manera, la cabina de mando proporciona a todos sus ocupantes
una visión inmejorable, tanto del entorno como del funcionamiento de la
propia aeronave. Para ver hacia el exterior, la cabina de mando cuenta
con ocho amplios y luminosos ventanales. En el interior, tal como se
aprecia en la foto de apertura de esta nota, la tripulación tiene acceso
a un sofisticado sistema de control de vuelo que integra HUDs, pantallas
multifuncionales, sistemas de apoyo y todos los mandos de pilotaje.
Santiago de Chile
2 de Septiembre
de 2010
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