Vivimos en tiempos interesantes. Hoy la guerra aérea experimenta cambios
tan radicales como la introducción del jet. En este artículo haremos un
pequeño repaso de los avances que revolucionan a increíbles velocidades
el poder aéreo, y distancian cada vez más a las fuerzas aéreas de
vanguardia con aquellas que no logran renovarse adecuadamente.
De
los bombarderos estratégicos a las bombas de bajo volumen
Los
primeros bombardeos aéreos fueron realizados en 1911 por fuerzas
italianas que combatían al Imperio Otomano en Libia y que lanzaron
granadas de mano desde aviones Bleriot.
Desde entonces la capacidad de los bombarderos aumentó increíblemente.
Hacia el fin de la segunda guerra mundial aviones como el B-29 podían
lanzar toneladas de bombas a miles de kilómetros de sus blancos y el
desarrollo de la bomba atómica dio a cada bombardero la capacidad de
destruir por si mismo ciudades enteras.
Por otro lado la segunda guerra mundial introdujo el uso de misiles
balísticos (las V-2) y aviones radio piloteados. El uso de los aviones
para bombardear objetivos en tierra fue evolucionado pero hasta la
década de 1980 esta evolución se produjo en términos de magnitudes.
Bombas más potentes y aviones capaces de llevar más cantidades o
tonelajes de ellas. En este sentido la única desviación a esa tendencia
fue el perfeccionamiento de mecanismos de guiado de precisión que
evolucionaron de los primitivos rayos laser que se usaron en Vietnam y
en la operación Tormenta del Desierto a las bombas guiadas por GPS
(Global Positioniting System) que se empezaron a usar a mediados de los
90.
Pero los conflictos de baja intensidad que hoy están vigentes llevaron a
un cambio en la forma en que se usa este poder. Hoy los bombarderos son
usados exclusivamente en guerras de baja intensidad. Cada vez se enfocan
más sobre zonas pobladas como ciudades y se hace más necesario reducir
al mínimo los llamados “daños colaterales”, elegante eufemismo que
también podría definirse como el asesinato masivo y accidental de todas
las personas que se encontraban cerca del blanco. Esta situación, que
tiene importantes efectos políticos, también tiene implicaciones
operativas. La dispersión de daños significa que serán necesarias más
bombas para batir un objetivo específico.
Hoy existe una nueva generación de bombas pequeñas, como la GBU-39B que
permiten atacar blancos específicos minimizando el llamado “daño
colateral”. Esta bomba, que se guía por GPS tiene una carga de sólo 250
libras de explosivo. La bomba puede lanzarse hasta a 40 millas náuticas
de su blanco y puede recibir actualizaciones en vuelo de la posición de
su blanco mejorando su precisión que se cuenta en pocos pies del blanco.
Esta bomba permite enfocar el daño en el objetivo deseado.
El menor tamaño y peso suponen que una plataforma determinada, por
ejemplo un B-1 o un F-16 pueden llevar más bombas de este modelo que de
modelos mayores, y su precisión hace que su capacidad de destruir un
objetivo aumente.
Dicho de otra forma, las bombas GBU-39B permiten atacar blancos precisos
en el marco de la “lucha contra el terror” que emprendió Estados Unidos
a partir de los atentados de las torres gemelas, o pueden aumentar la
efectividad de sus aviones en conflictos convencionales al permitir que
un mismo avión destruya más blancos individuales en cada misión.
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Personal de la USAF
practica el amunicionamiento de un F-15E Stike Eagle
con Bombas GBU-39B de practica, cargadas en el
soporte central del fuselaje de la aeronave (foto:
USAF). |
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Los
primeros aviones sin piloto (UAV)
Los primeros vehículos
de combate no piloteados fueron usados inicialmente en la segunda guerra
mundial. Estos primitivos inventos no tuvieron gran éxito aunque estos
primeros UAV (Unmanned Air Vehicle) se usaron durante el siglo 20
principalmente como aviones espía para penetrar regiones donde era
demasiado peligroso (o políticamente arriesgado) enviar aviones
tripulados.
En la guerra de Vietnam los AQM-34 fueron lanzados desde aviones
Hércules especialmente modificados y utilizados para sobrevolar Vietnam
del Norte. Esta operación permitía obtener fotografías del territorio
enemigo sin arriesgar a los pilotos de los RF-101 y otros aviones de
reconocimiento.
Durante los 60 y los 70 distintas formas de UAV compartieron las
misiones de reconocimiento con los aviones tripulados tales como el SR-71,
el U-2 y las variantes de cazas tácticos como el RF-4C y otros. Esta
forma de obtener inteligencia se complementaba (y muchas veces competía)
con los distintos tipos de satélites.
El otro uso que se le dio a los UAV de las primeras generaciones fue el
de servir como blancos para probar misiles. En este sentido las fuerzas
armadas estadounidenses fueron pioneras al convertir cazas retirados de
servicio para estos propósitos. Los QF-86 y luego los QF-4 fueron
conversiones de los cazas originales que podían operarse con y sin
piloto. Ofrecían, y siguen ofreciendo mayor realismo al proveer blancos
reales y tan maniobrables como los cazas reales.
Para envidia de las fuerzas de tercera línea la USAF ya está
desarrollando una conversión para los F-16 que no utiliza, asique en
poco tiempo habrá “blancos radio piloteados de 4a generación” y los QF-16
pronto reemplazarán a los QF-4 que aun quedan en servicio.
Los Vehículos de combate no pilotados (UCAVs)
Hacia fines de los años 90 aparecieron los primeros aviones no
tripulados con una limitada capacidad bélica como el Predator, que podía
operar con dos misiles Hellfire. Su baja detectabilidad, su capacidad de
permanecer en vuelo sobre una zona determinada por largos períodos y la
capacidad de los Hellfire llevó a que fueran usados principalmente para
misiones paramilitares como la eliminación quirúrgica de líderes
terroristas.
La sigla UCAV (Unmanned Combat Air Vehicle) designa a esta nueva
generación de aviones sin piloto como el MQ-1Predator o el MQ-9 Reaper
que combinan la gran autonomía, con la baja detectabilidad (stealth) y
sistemas de armas sumamente precisos.
Los conflictos de baja intensidad en Iraq y Afganistán estimularon el
desarrollo de estos sistemas. Lo que se necesitaba en estos tipos de
escenario son plataformas capaces de permanecer sobre el área de interés
por mucho tiempo. En estos casos se usó los aviones no piloteados para
distintas misiones: Reconocimiento en tiempo real y envío de video a
comandantes en tierra, vigilancia de distintas áreas de interés y
reconocimiento armado.
Para esta última misión se dotó a los aviones de misiles Hellfire que
les permitían atacar blancos de oportunidad (como grupos de enemigos)
cuando no había otros sistemas de armas presentes que pudieran
atacarlos.
El uso de estos sistemas permite que las fuerzas en tierra tengan
cobertura aérea casi durante todo el tiempo ya que los UCAV pueden
permanecer sobre la zona mucho más tiempo que sistemas tripulados como
el F-16, Harrier o el B-1.
Cabe objetar que este uso sería mucho más dificil en una guerra contra
un adversario más avanzado tecnologicamente que los Talibanes pero el
gran desarrollo de tecnología Stealth en los UCAV parecería contestar
esa objeción.
Consideraciones operacionales sobre el
uso de los UCAV
El
uso de las plataformas sin piloto siempre arrojó interrogantes difíciles
de contestar. Mientras que nuevos conceptos como el helicóptero se
adaptaron sin mayor dificultad, el uso de los UAV en sus distintas
formas siempre fue controversial dentro de las propias fuerzas aéreas.
Una pregunta que se repite constantemente es que especialidades dentro
de las FFAA deben operar estos sistemas. ¿Es necesario que sean pilotos
o basta que sean técnicos?
Históricamente los pilotos, especialmente los de combate, fueron los
mejores entre los mejores dentro de sus respectivas fuerzas armadas. Y
estas personas que trabajaron duramente para obtener su posición muy
raramente tienen interés en sentarse en el piso y volar un “avión de
juguete”. La renuencia de los pilotos a aceptar este sistema podría
explicar porqué mientras que el helicóptero (que apareció como concepto
práctico casi al mismo tiempo que el UAV) ya es una parte integral de
las FFAA los UAV son todavía un componente secundario.
Los costos de desarrollo de los UCAV son fracciones de los de un sistema
piloteado. Mientras que las principales armas del mundo luchan por
incorporar progresivamente los F-22, F-35 y Eurofighter, en el mismo
lapso se desarrollaron docenas de UAV y UCAV que ya están en servicio.
Diseños como el MQ-9 Reaper permiten obtener una enorme capacidad de
combate a una pequeña fracción del precio necesario para emplear
modernos sistemas de armas. El Reaper puede lanzar bombas GBU-12 Paveway,
GBU-38 o misiles Hellfire. Con un costo de 3 millones de dólares por
unidad y su gran capacidad de fuego es el primer UCAV comparable en
utilidad a los aviones piloteados.
Los UCAV de hoy si bien son operados por pilotos humanos (que se
comunican vía satélite y que pueden estar situados en otro continente)
son cada vez más autónomos y la capacidad que tienen de completar la
misión aumenta exponencialmente. Ciertamente a esta altura la
intervención necesaria de un piloto (con los reflejos necesarios para
despegar y aterrizar el vehículo) son cada vez menos necesarios.
Las misiones que pueden cumplir abarcan todo el espectro de la guerra
aérea: reconocimiento táctico y estratégico, patrulla marítima, guerra
electrónica, ataque a sistemas de defensa aérea (misión conocida
popularmente como Wild Weasel), bombardeos y otras misiones.
El futuro de los UCAVs es difícil de predecir, precisamente porque tiene
tantas aplicaciones posibles que es difícil saber cual terminarán siendo
usadas. En términos de costos los aviones sin piloto proveen más
flexibilidad que los tripulados ya que al ahorrar el costo de mantener a
un ser humano vivo pueden operar con envolventes mucho más amplias,
llámese mayor maniobrabilidad- que con un piloto no puede exceder las 10
o 12 Gs- o capacidad de ascenso, descenso y techo de servicio.
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El futuro EADS Talarion
expuesto en el stand de la firma en Le Bourget 2009 (foto: F.
Puppio). |
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Dado que la tecnología no presenta mayores desafíos tecnológicos el
límite de los UCAVs probablemente llegue desde la ética: Imaginemos un
avión no piloteado con la capacidad de bombardeo de un B-52, o, dicho de
otra forma, la de destruir una ciudad. ¿Quien tomará la responsabilidad
por dar semejante capacidad a un sistema que carezca de intervención
humana, y que pasará si este sistema se equivoca? Los técnicos de
computación tienen un dicho “Garbage in, Garbage out” que significa que
si un programa no se escribe correctamente podría no dar el resultado
deseado aunque funcione perfectamente. ¿Qué pasaría si un “hacker”
enemigo interfiriese con su plan de vuelo via la red de datos y
modificase el blanco previsto?
¿O si un “error de programación” resultase en la muerte de miles de
personas? Esa pregunta aun no tiene respuesta.
Los láseres montados en aviones
El
uso de los rayos laser no es ninguna novedad en sistemas de defensa. Las
bombas guiadas por laser ya están en uso en todas las fuerzas armadas
excepto las más primitivas. Pero la capacidad del laser no se limita a
guiar bombas, permitir comunicaciones difíciles de interferir y accionar
mandos de vuelo en aviones avanzados.
Hoy existe la tecnología (el know how) para utilizar rayos laser como
armas:
El desarrollo del nuevo YAL-1A permitirá poner en el campo de batalla un
sistema de armas capaz de derribar a cualquier aeronave o misil a más de
300 km de distancia, o dicho de otra forma a más de 5 órdenes de
magnitud de los misiles aire aire más avanzados.
Las implicaciones estratégicas de un arma así son enormes: Sería muy
difícil de interferir, podría reducir costos de sistemas antimisiles
fijos (en vez de tener una red de baterías Patriot para defender un
territorio bastaría un puñado de aviones equipados con este sistema).
Las limitaciones del rayo laser hoy son una cuestión económica, o sea
que la rapidez con la que se puedan desarrollar dependerá de la
evolución de los conflictos mundiales. El auge que hay en la actualidad
en conflictos de baja intensidad como las guerras de Irak, Afganistán y
las actividades contra piratas en la costa Este de Africa supone que se
invierta menos dinero en armas como esta, pero esta prioridad podría
cambiar si surge un conflicto de alta intensidad.
El uso de rayos laser tendría dos aplicaciones principales, la
destrucción de misiles y de satélites en órbita. Pero no es inconcebible
pensar que también pueda usarse para destruir aviones.
El espacio, la (ante) última frontera
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El X-37B
preparado para el montaje en el cohete Atlas V que lo
llevará a orbita (foto: Boeing). |
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Hace poco más de 50 años el uso del espacio exterior era solo un sueño
de los escritores de ciencia ficción. La estratósfera terrestre estaba
totalmente libre de objetos creados por el hombre con la excepción
ocasional de algún misil V-2 que pudo alcanzar sus límites durante la
segunda guerra mundial. Pero a partir del fin de esta y bajo el paraguas
de la Guerra Fría y la carrera espacial más y más objetos creados por el
hombre dejaron la atmósfera terrestre.
Hoy
hay cientos de satélites orbitando el planeta y son parte de la vida
diaria. Miramos programas emitidos en otros continentes en tiempo real
gracias a los satélites de comunicaciones. Los meteorológicos observan
el planeta y anticipan huracanes.
Hace ya cierto tiempo la NASA viene trabajando en el vehículo
demostrador X-37, que
podría ser el sucesor de los taxis espaciales, aunque aun se sabe muy
poco de él. El X-37A es una nave espacial no pilotada y esta siendo
desarrollada en forma conjunta con Boeing. La existencia del X-37A, y de
su hermano menor el X-40A, eventualmente sugirió que podrían
existir naves espaciales que aprovechasen esas tecnologías con fines
bélicos. Esto quedó claro con la trasferencia del proyecto a la USAF y
el desarrollo de la variante X-37B, que fue lanzado al espacio el pasado
23 de Abril de 2010.
Hoy
existe la capacidad tecnológica (aunque no la económica, por los mismos
motivos que el punto anterior) para montar bases permanentes en la Luna.
El
uso del espacio como campo de batalla no es una cuestión de futuro sino
que ya es un elemento más que lo compone. Las batallas que se den en ese
lugar tal vez sean públicas o tal vez no.
El campo de batalla virtual
La
importancia de las redes de computadoras es tal que ya está definiéndose
como un nuevo espacio de campo de batalla que se suma a los
tradicionales (Tierra, Mar, Aire y Espacio). En los últimos meses hubo
varios informes que el Departamento de Defensa de Estados Unidos crearía
un Comando específico para tratar este tema que inicialmente estaría
bajo la órbita de la Fuerza Aérea, tal y como esta fue creada, menos de
cien atrás, como Fuerza Aérea del Ejército de Estados Unidos.
Con el mayor uso de UCAVs se vuelve más necesario proteger las redes de
datos de ataques de hackers enemigos que podrían introducir datos falsos
al sistema o incluso dar ordenes falsas. Incluso los aviones piloteados
ya utilizan los enlaces de datos como el Link 16 para comunicarse entre
si y con los Awacs. Los UCAV sería suceptibles a este tipo de
interferencia al no contar con un humano a bordo para corregir el plan
de vuelo. Pero al margen de sus debilidades actuales el uso de las redes
de datos permite un nivel de conocimiento en tiempo real del campo de
batalla que, nuevamente, no tiene precedentes en la historia mundial.
Las posibilidades bélicas de este nuevo campo no se limitan a interferir
los datos sino que, potencialmente, permitirían hackear los sistemas de
control de vuelo de los UCAVs, interferir las comunicaciones entre redes
de aviones (por ejemplo entre un AWACS y un caza enviado a interceptar
un blanco) o transmitir información falsa a aviones enemigos para que
ataquen blancos de su propio bando.
La gran implicación de la guerra cibernética es que depende en gran
parte de la calidad humana de los técnicos que se dediquen a ella. Si
bien es necesario contar con hardware avanzado (y costoso) para poder
participar de este espacio también es necesario contar con programadores
capaces de generar e implementar nuevas y radicales ideas que permitan
reformular el campo existente.
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El RQ-9 Reaper tiene
como misiones principales el apoyo aéreo cercano,
interdicción aérea, inteligencia, vigilancia y
reconocimiento del campo de batalla (foto: USAF). |
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Conclusiones
Al repasar los cambios
precedentes uno entiende que la guerra aérea se está transformando ante
nuestros ojos. Y la mayor transformación es que los seres humanos son
cada vez menos necesarios para operar los sistemas de armas.
Si históricamente la punta de lanza de las fuerzas aéreas fue el piloto
de caza, -dotado de reflejos casi sobre humanos y producto de un
despiadado proceso de selección, que vuela a velocidad supersónica entre
montañas para destruir un plataforma de Scud escondida entre dos
caminos- la futura punta de lanza podría ser un técnico experto en
matemática tecleando furiosamente un teclado para interferir una red
enemiga.
Si bien las grandes potencias continúan desarrollando aviones pilotados
como el F-35, el T-50 y el Eurofighter se comprende que estos aviones
compartirán los cielos no solo con otros aviones de generaciones
anteriores sino con los UCAVs.
Se abre entonces la posibilidad de acceder a capacidades que hasta ahora
requerían enormes recursos con costos mucho menores. Esto es porque
operar una flota de aviones modernos no solo requiere los recursos
económicos para comprarlos (y ni hablar de desarrollarlos) sino para
mantener entrenados a los pilotos. Un piloto de F-16 requiere entrenarse
regularmente para poder aprovechar al máximo las posibilidades de su
Sistema de Armas. Esto implica usar gran parte de la vida útil del avión
en misiones de entrenamiento. El uso de simuladores contribuye a esto
pero es necesario que el piloto vuele un mínimo de horas anuales para
mantenerse capacitado.
Pero que pasaría si un país con pocos recursos comprase y almacenase una
flota de aviones sin piloto y solo los desplegase en caso de un
conflicto inminente. Sus operadores no deberían “volarlos” regularmente
sino entrenarse regularmente con un simulador. Al estar liberados de las
sensaciones que afectan el vuelo de combate (como tener que operar con
grados altos de G, ruido o incluso la incomodidad de no poder atender
sus funciones fisiológicas en vuelos largos) su entrenamiento podrá ser
muy realista a un costo muy bajo.
La realidad es que al eliminar el riesgo que supone someter a un ser
humano a los riesgos del combate -que no se limitan al fuego enemigo
sino que también comprenden las fallas del avión, del mismo piloto y las
condiciones meteorológicas- aparece un sistema de armas mucho más fácil
de emplear y a costos mucho menores.
Históricamente las fuerzas armadas de los países subdesarrollados
aspiraron a operar los sistemas de armas desarrollados por las grandes
potencias. Hace 15 años los F-16 y MIG-29, cazas de 4ª generación
desarrollados para la guerra fría eran pretendidos por todos pero
empleados por muy pocas naciones. Hoy esos dos modelos se han
popularizado y son operados por todo tipo de países.
Al contemplar los programas de re equipamiento que llevan países como
Brasil o la India uno se pregunta si en un futuro no muy lejano no
veremos concursos similares para comprar UCAVs.
¿Habrá dos tipos de conflicto en el futuro? ¿Uno futurista con rayos
laser y naves super modernas surcando el espacio y otro con UCAVs de
todo tipo y hordas de soldados de escritorio intentando hackear al
contrario con los limitados recursos a su disposición?
La respuesta está en el viento, pero lo que si sabemos es que, tenga la
forma que tenga, viviremos para verlo. Hoy, como nunca antes, podemos
decir sin duda alguna que el futuro es hoy.
Buenos Aires, 14 de Julio
de 2010
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