Curiosa historia la del transporte aéreo, en la que la bancarrota
siempre es la estrella del reparto.
Hace veinte años todos los gurúes decían que las elefantiásicas empresas
estatales eran la madre del problema, y que privatizando todo se
solucionaría. En algo tenían razón, porque esas empresas no podían
seguir sosteniéndose, pero la solución propuesta no funcionó como
remedio universal, y hace unos diez años empezó otro capítulo, todavía
con final abierto, en el que se trató de enmendar lo que había sido
mal hecho.
En estos veinte años hemos asistido a muchas circunstancias diversas:
grandes éxitos empresarios (Lufthansa, LAN-Airlines), grandes fracasos (Swissair,
Uair), cambios absolutos de paradigma (Ryanair), cuestiones policiales (VASP,
Aeroméxico), narcotráfico (AeroContinente, Aeropostal), administraciones
incompetentes (Air Madrid, AeroPerú), fantasías de gobernantes (LAFSA),
tropiezos repetidos con la misma piedra (Alitalia, LAB),
reestructuraciones absolutas (Delta, United), experimentos (Ted, Song),
fusiones otrora impensables (Air France-KLM), crecimientos explosivos (Oceanair).
La crisis económica mundial flotó por encima de todo. Habría que
preguntarse si la crisis económica mundial no es una situación
permanente que todos usan como comodín. También hubo hechos puntuales
como guerras y epidemias, que también hay que aceptar que son
omnipresentes. Distinto fue el caso de las torres gemelas.
Lo concreto, histórico e indiscutible es que la actividad aerocomercial
en todos estos años fue dos cosas, un éxito de crecimiento y operaciones
y un fracaso económico moderado por fondos estatales, en sus mil y una
formas.
Siempre hubo bancarrotas en la historia de los negocios. Lo malo del
sector aerocomercial es que hay muchas, y esta abundancia es la que nos
permite tener muchos modelos de lo que se puede hacer en casos extremos.
Lo que sigue es una descripción de algunos casos concretos de “estados
de devastación”, y los mecanismos que se usaron para sortear el temporal.
Creo que es bueno conocerlos, porque hay que estar preparados para lo
que vendrá.
British Airways, el
análisis frío
Es un caso, un poco
antiguo, pero es emblemático, de un gobierno (la conservadora Margaret
Thatcher) que resolvió privatizar todo(1)
y lo hizo con cierta coherencia. Además es interesante el mecanismo
utilizado (poner en valor una empresa degradada), que fue posible en la
medida en que hubo fondos públicos para hacer una privatización que se
buscó que fuera impecable.
En 1980 British Airways había perdido 145
millones de libras y su situación estaba muy deteriorada en todo
sentido. La conclusión del equipo privatizador encabezado por Lord King
fue que tenía que adaptarse a los tiempos de desregulación, y poner en
venta una compañía atractiva para los empresarios. Para ello anunció un
plan de austeridad y depuración que significó reducir el personal de
60.000 a 35.000, liquidar actividades periféricas, levantar rutas no
rentables y suprimir el transporte de cargas. Se sacaron de servicio 117
aviones viejos que se reemplazaron por 80 modernos y al mismo tiempo se
hizo un esfuerzo muy importante para mejorar la calidad del servicio.
British Airways se privatizó a comienzos de
1987, con dos condiciones, el estado se reservó el derecho de intervenir
en caso de peligros derivados de una participación extranjera y durante
cierto tiempo ningún accionista particular o empresario pudo poseer más
del 15% de las acciones. En la operación de venta se recaudaron 1.400
millones de dólares, algo menos de lo esperado.
Desde entonces British funciona sin mayores
sobresaltos y da beneficios.
Swissair, sensatez y sentimientos
Se decía que Swissair era el símbolo de la
eficiencia de la Confederación Helvética. Para algunos más que los
relojes.
En 1991 el proceso de liberación de los
cielos europeos abrió a las aerolíneas comunitarias un mercado potencial
inmenso, pero como Suiza no era parte de la Unión Europea su empresa no
pudo usufructuar las libertades que tenían sus competidoras, por lo que
Swissair primero intentó formar la megaalianza Alcazar (con Austrian,
KLM y SAS) que fracasó, y luego se planteó aumentar su volumen comprando
participaciones en otras empresas europeas (Sabena, Air Europe, Air
Liberté, Air Littoral, AOM, LOT, LTU, Portugalia, TAP Portugal, Turkish
Airlines, South African Airways y Volare).
Pero por pertenecer a un país
extracomunitario, el SairGroup —titular de Swissair— no pudo acceder al
50% de ninguna de sus adquisiciones. Como inversor minoritario, no tenía
control sobre las compañías con las que tenía fuertes obligaciones, y
así comenzó a erosionarse su base financiera.
A principios de 2001 el SairGroup estaba al
borde de la bancarrota, con una pérdida estimada de más de cuatro
millones de dólares diarios. Trató de vender activos y anunció una
reorganización con recorte de personal, pero en septiembre, con deudas
por 9.000 millones de dólares, la compañía no podía seguir operando sin
un apoyo explícito. Los atentados en Nueva York fueron el punto final.
Pero los suizos negaron la realidad, y
decidieron hacer malabarismos para mantener a Swissair. El SairGroup
transfirió a los bancos UBS y Crédit Suisse su participación mayoritaria
en Crossair, acordándose que ésta pasaría a gestionar a Swissair y que
habría un crédito para financiar las operaciones. Esto permitía
continuar volando sin que los pasajeros lo notaran demasiado. Pero
cuando todo parecía solucionado, el 2 de octubre de 2001 la empresa
quedó en tierra por no poder pagar el combustible. Los bancos todavía
dudaban sobre hacer los desembolsos y las petroleras no quisieron
arriesgar. Tuvo que aparecer una garantía del gobierno suizo para que
los bancos pagaran. Inmediatamente se creó Swiss Air Lines, que era
Swissair dependiendo de Crossair.
La vida de Swiss Air Lines no se
diferenció de la de Swissair porque las pérdidas siguieron. En 2003
Lufthansa planteó la
posibilidad de comprar Swiss, sin llegar a ningún acuerdo, pero en 2005,
después de que las pérdidas continuaran, el gobierno suizo dio vía libre
para la venta. Por razones legales, la empresa quedó en poder de una
sociedad suiza creada al efecto, que se llamó AirTrust. Swiss, a pesar
de ser alemana, mantuvo su marca independiente y su posición como línea
nacional suiza.
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El BAe 146-RJ100 HB-IXW de la actual
Swiss International Air Lines previo al rodaje a la pista en uso del concurrido aeropuerto de Schiphol, en Amsterdam. Aunque la
empresa es de capitales alemanes, continúa siendo la la línea de
bandera suiza (foto: Fernando Puppio). |
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Bolivia. Un mundo distinto
La privatización del
Lloyd Aéreo Boliviano que se hizo en 1996, fue una de las más curiosas,
por no decir delirantes de la historia. Se vendió el 49% del paquete a
VASP, y el resto fue repartido gratuitamente entre todos los ciudadanos
bolivianos. Como eso no se podía hacer en la práctica, las acciones
fueron a parar a un fondo de pensiones, administrado por un banco
extranjero (BBV, todavía no era BBVA)
VASP se enredó en su propia crisis,
bastante vinculada con los escándalos de la presidencia de Collor de
Melo, y finalmente no pudo más. Sin entrar en detalles, su tenencia pasó
a manos de un empresario boliviano llamado Ernesto Asbún, que terminó de
fundir al Lloyd sin que nadie dijera nada.
A principios de febrero de 2006 se declaró
una huelga de pilotos que querían —con todo derecho— cobrar sus salarios
atrasados, y el Lloyd dejó de volar. Evo Morales acababa de asumir como
presidente (fue su primer gran conflicto), y Asbún, como todo aventurero
aeronáutico que se respete, pensaba que el gobierno iba a pagar sus
cuentas, y los trabajadores pensaban lo mismo, pero partiendo de la base
de que había que mantener la empresa.
El conflicto se alargó. No había balances,
la empresa tenía deudas imposibles, y el Estado también le debía algo
(el gran argumento para que pagara el Estado). El fondo de pensión socio
también era acreedor de deudas previsionales (llegó a hacer un juicio al
Lloyd, que era un juicio a sí mismo), y todo era muy confuso. Algo se
volaba, con notable falta de regularidad, y la que crecía era la
competidora AeroSur, una empresa digna de una novela del género realismo
mágico.
La historia es muy larga y confusa. Lo que
nos interesa es que el presidente Evo Morales decidió que los bolivianos
no tenían por qué pagar una deuda privada, y dejó que las partes
encontraran una solución. Asbún, muy presionado por juicios de todo
tipo, termino cediendo —de modo muy impreciso— las acciones a los
trabajadores, pero esas acciones no servían para hacer volar aviones
embargados, así que se buscaron inversionistas, habiendo desfilado por
Bolivia una pléyade de aventureros de todo tipo prometiendo inversiones
a cambio de las acciones en poder del personal.
En teoría, cuando queda un espacio vacío
alguien lo ocupa, y en Bolivia el espacio del Lloyd lo ocupó —como pudo—
AeroSur, que trajo diversos aviones muy viejos (en Bolivia las normas
para aprobar una aeronave son más relajadas que en buena parte de los
países del continente). Además se formó otra empresa privada, Aerolíneas
Sudamericanas, que también tuvo problemas para certificar los cacharros
que consiguió.
En junio de 2007 el gobierno boliviano
anunció la creación de la empresa estatal, con una inversión de
aproximadamente 30 millones de dólares que, según se dijo, financiaría
Venezuela. Era muchísimo menos de lo que hubiera costado recuperar al
Lloyd. Para completar el panorama, a fines de ese año se autorizó la
compra de dos aviones chinos MA-60 para TAM, una aerolínea militar de
fomento.
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El Boeing 727-230/Adv
CP-2455 del Lloyd Aéreo Boliviano listo para rodar a
cabecera 19 del aeropuerto Benjamín Matienzo de la
Provincia de Tucumán. La imagen tomada el 30 de
Noviembre de 2006 muestra la reanudación momentánea
de vuelos con destino Tucumán, tras 5 años sin
operar a ese destino (foto: Sebastián Acosta). |
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El Lloyd no volvió a operar. Sus deudas
superan ampliamente su capacidad de pago y la ilusión de que el Estado
lo rescataría a cualquier precio se fue diluyendo a lo largo de varios
años. Entretanto la empresa oficial, Boliviana de Aviación, con gran
esfuerzo y algo de capital, fue capaz de conseguir tres Boeing 737/300
construidos entre 1990 y 1991, que a pesar de ser todos distintos son
máquinas nuevas para el estándar boliviano. Empezó a operar en marzo de
2009 y está inaugurando servicios internacionales.
México, el cuento de la buena pipa
La gran discusión mexicana es si el país
debe tener una o más aerolíneas grandes que presten servicios
internacionales. Mexicana de Aviación y Aeroméxico compiten desde hace
más de cincuenta años y nunca se llegó a un acuerdo mínimo sobre este
tema.
Ambas fueron privatizadas entre 1988 y
1990, reteniendo el Estado una participación minoritaria. En 1993
pasaron a ser controladas por el mismo grupo, por lo que sin que haya
habido una fusión puede hablarse de una sola empresa.
Pero llegó la devaluación mexicana de 1994,
que dio lugar a la crisis mundial conocida como “efecto tequila”, y la
economía se complicó. Los resultados de AeroMéxico y Mexicana fueron
espantosos, a lo que se agregó un fuerte componente policial, con un
presidente de Aeroméxico prófugo durante años y condenado por una estafa
de decenas de millones de dólares.
Los acreedores de ambas compañías tomaron
su control y formaron el Consorcio Internacional de Transporte Aéreo
(CINTRA) como tenedor de sus acciones, que recibió alrededor del 70% de
éstas a cambio de hacerse cargo de las deudas. El gobierno retuvo una
parte, y poco después se hizo cargo de CINTRA, con lo que la aviación
mexicana pasó a ser nuevamente un monopolio estatal. Aeroméxico además
venía con premio, porque era la propietaria de AeroPerú, un problema
más.
CINTRA —con fondos públicos— trató de
fortalecer a las aerolíneas, redujo su magnitud absoluta y estableció
alianzas con empresas extranjeras con vistas a su privatización, y
nuevamente se reavivó la discusión sobre si Mexicana y Aeroméxico debían
o no fusionarse, a la que se agregó otra, sobre si la venta debería
hacerse mediante una licitación o en el mercado de valores. Eso llevó
años.
En 2001 la venta parecía inminente, pero
fue cancelada. En 2004 todo estuvo preparado para una fusión que no
ocurrió y en febrero de 2005 se hizo un accidentado concurso que culminó
con la venta del grupo Mexicana (Mexicana y Aerocaribe) al grupo
hotelero mexicano Posadas, que asumió pasivos por casi 1.300 millones.
No hubo ofertas aceptables por Aeroméxico, y CINTRA cambió entonces su
nombre por Consorcio Aeroméxico.
Durante ese período funcionaron además
otras compañías privadas que dejaron de operar por problemas de
seguridad y económicos (Aviacsa, TAESA, Aerocalifornia, Líneas Aéreas
Azteca). En 2005 comenzó en México una fiebre de creación de Low cost,
habiéndose formado cinco empresas de este tipo, de las cuales cerraron
dos (Avolar y ALMA) y prosperaron tres (Vivaaerobús, Internet y Volaris).
Mexicana: Antes y después de la privatización
(Fotos: Fernando Puppio) |
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El A320 F-OHMN (actual XA-MXZ) en el
aeropuerto de Los Ángeles en Febrero de 2000, cuando la empresa
pertenecía al CINTRA. |
El B-767 XA-MXN en Ezeiza en 2006, con
la aerolínea en propiedad del Grupo Posadas. Nótese el cambio
radical de imagen en los colores. |
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Con esta sobreabundancia de empresas el
aumento de oferta no tuvo ningún correlato con la demanda, y México fue
el campo de batalla de una guerra de tarifas. En 2008 cuando el precio
del petróleo subía sin límites, varias aerolíneas que no podían
mantenerse pidieron al gobierno un subsidio por combustible, pero éste
lo negó. Más aún, hubo una clara acción estatal para cobrar las tasas y
los impuestos que estas empresas no pagaban, algo que llevó a más de una
al cierre de sus operaciones.
Mexicana, en manos del
Grupo Posadas, tuvo
bastantes problemas económicos y no generó beneficios inmediatamente. La
venta de Aeroméxico se anunció varias veces, pero no se efectivizó hasta
2007, cuando se adjudicó a Banamex (Citibank) y a empresarios mexicanos
por 249.1 millones de dólares,
Con la vuelta a la operación privada de
todas las aerolíneas después de un interregno estatal que duró doce años
las cosas no mejoraron, porque las empresas no lograron capitalizarse y
se endeudaron más de la cuenta, por lo que hoy están nuevamente en una
espiral aparentemente sin salida.
Ecuador. Que otro se haga cargo
Ecuatoriana de aviación fue comprada en
1995 por un consorcio encabezado por VASP, y a partir de entonces su
devenir —como el del Lloyd— se convirtió en el furgón de cola de la
crisis de la empresa brasileña. Adicionalmente, en esos años Estados
Unidos dio a Ecuador la categoría 2, lo que terminó con las
posibilidades de las empresas ecuatorianas por expandirse, ya que las
rutas a aquel país eran la base de cualquier plan de negocios.
Lo concreto es que Ecuatoriana dejó de
operar con una deuda impagable, y ningún ecuatoriano se preocupó por
resucitarla o crear otra aerolínea. A mediados de 2000 la única empresa
ecuatoriana de cierta envergadura que operaba era TAME (Transportes
Aéreos Mercantiles), que estaba orientada a un mercado regional. Para
agregar más leña al fuego, un conflicto por las comisiones pagadas a los
agentes de viajes hizo que el gobierno ecuatoriano prohibiera
temporalmente la operación de American Airlines, con lo que el
aislamiento del país aumentó. Los beneficiarios fueron LACSA, COPA y
Avianca, que hacían servicios indirectos a Estados Unidos.
Sin otras iniciativas, en julio 2001 se
recibió una propuesta de LAN-Chile por la compra del 48% de Ecuatoriana
en poder del gobierno. No se concretó la venta, pero se autorizó a LAN a
operar algunas de sus rutas. En abril de 2002 hubo otra propuesta de
compra por parte de AeroContinente que fue desestimada.
Luego de diversas gestiones diplomáticas,
en agosto de 2002, Ecuador autorizó el funcionamiento de LAN-Ecuador,
que sería una compañía de capitales chilenos y TACA-Ecuador. Las
diminutas empresas ecuatorianas (Aeroexpress, Aerogal, Emetebe, Endecots,
Ícaro, Tadsa y TAME) se opusieron a esto, pero LAN-Ecuador empezó a
volar a mediados de 2003. La categoría 2 obligaba a volar con matrículas
no ecuatorianas, lo que en el fondo les simplificaba su existencia.
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El Boeing 727-230
HC-BRI de TAME estacionado en el aeropuerto Arturo
Merino Benítez. TAME recibió la
aeronave el 11 de Diciembre de 1991, de parte de su
único y anterior propietario, Lufthansa. (foto:
Fernando Puppio). |
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LAN Ecuador, de acuerdo con la legislación,
debió renovar varias veces sus concesiones, lo que le costó una nueva
batalla política que ganó, pero perdió el acceso al combustible
subsidiado mientras sus aeronaves no tuvieran matrícula ecuatoriana. A
mediados de 2008 pidió permisos para volar dentro de Ecuador y a fin de
año se le otorgaron las rutas Guayaquil-Quito, Guayaquil-Cuenca,
Quito-Cuenca y Quito-Guayaquil-Galápagos. Las rutas internacionales en
operación eran a Buenos Aires, Miami, Nueva York y Santiago de Chile.
TACA Ecuador estuvo orientada hacia el
mercado exclusivamente internacional, y Aerogal fue comprada por el
grupo propietario de Avianca, que la hizo crecer y ahora hace vuelos a
Estados Unidos.
Ecuador perdió en un momento todos sus
servicios aéreos de cierta magnitud. Ningún ecuatoriano intentó
recuperarlos, pero diversas empresas extranjeras tomaron la posta, y
ahora hay servicios de bandera ecuatoriana, aunque no haya empresas
ecuatorianas.
Perú. Aquí no pasa nada
Probablemente Perú sea el país americano
que peor jugó sus cartas políticas. A lo largo de la historia se quedó
tres veces de la noche a la mañana sin servicios aéreos, y eso es un
récord difícil de igualar.
AeroPerú fue privatizada en 1993 pasando a
ser controlada por un consorcio formado por Aeroméxico, el Estado
peruano, el personal de la empresa e inversores peruanos. Como es usual
en estos casos, la empresa se convirtió en una alimentadora de su matriz
mexicana, que tenía sus propios problemas, incluido el efecto tequila.
Después de un accidente grave en 1996 la operación se redujo
enormemente, lo que fue capitalizado por AeroContinente, que ocupó el
lugar.
Aerocontinente había sido creada en 1992
por Fernando Melcíades Zevallos Gonzales, un empresario vínculado con el
gobierno de Fujimori (1990-2000). Pasó de los chárters a servicios
regulares dentro de Perú con una política de tarifas bajísimas que le
dio buenas ventas y precipitó la desaparición de varias empresas
peruanas que no pudieron competir. En la década de 1990 quebraron
Americana de Aviación, Expreso Aéreo, Andrea, Aero Cóndor, Faucett y
varias más, quedando como líder la empresa de Cevallos, seguida por una
Aeroperú en franca decadencia y una fantasmagórica TAMS de la Fuerza
Aérea Peruana.
A fines de los años noventa era la empresa
más importante de Perú, con una flota heterogénea de aviones viejos
(Boeing 727, 737/200; Fokker F-27 y F-28 y un TriStar que no operó). En
1999 empezó a hacer vuelos internacionales que llegarían a Bogotá,
Buenos Aires, Caracas, Guayaquil, La Paz, Miami, Panamá, Quito, Santa
Cruz y Santiago. Creó una filial en Chile (AeroContinente Chile) y otra
en la República Dominicana que no prosperó.
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El McDonnell
Douglas DC-8-62 OB-R-1260 de AeroPerú en el
aeropuerto de Ezeiza (foto: Pablo Luciano Potenze). |
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El tercero en discordia fue LAN, que cuando
el colapso de AeroPerú fue evidente, creó, con socios peruanos, una
empresa llamada Líneas Aéreas del Perú, que solicitó autorización para
realizar servicios. El socio peruano era indispensable, porque la
legislación pedía un 30% de capital vernáculo. No fue fácil, porque las
relaciones entre Chile y Perú siempre fueron espinosas y el ingreso de
una empresa chilena para solucionar un problema que los peruanos no
podían solucionar resultaba difícil de digerir, pero cuando AeroPerú
dejó de volar llegaron permisos para volar entre Lima, Arequipa y Cuzco.
En noviembre se agregaron vuelos a Miami, en 2002 se convirtió en filial
de LAN y en 2004 se integró al holding LAN-Airlines como LAN-Perú.
De un modo no muy claro, en abril de 1998,
Delta Airlines se asoció con AeroPerú (se habló de aportes y asistencia
técnica y comercial), pero esto no impidió que la empresa peruana
quebrara y dejara de volar en marzo de 1999, abrumada por una deuda de
174 millones de dólares y activos por 50 millones. El gobierno de
Fujimori no hizo nada para salvarla. Como suele ocurrir, los dueños
mexicanos eran los mayores acreedores de la quiebra.
Los cielos peruanos quedaron en manos de
AeroContinente y LAN, pero había problemas graves. Los de la primera en
realidad no fueron aeronáuticos, estuvieron vinculados con el delito,
porque Zeballos acumuló denuncias y juicios en varios países por
diversos hechos, por lo general vinculados con el narcotráfico. En Chile
las operaciones se suspendieron en 2003 luego de varios juicios, y en
Estados Unidos Zevallos fue incluido en la lista de los diez
narcotraficantes más buscados en 2004, y se prohibió a cualquier empresa
norteamericana tener relaciones comerciales con AeroContinente.
En este estado de cosas la justicia peruana
imputó a Zevallos por tráfico ilícito de drogas, y el gobierno peruano,
prohibió volar a AeroContinente el 12 de julio de 2004 por carecer de
seguros, lo que significó que la mitad del mercado interno peruano quedó
parado Mientras se estaba jugando en ese país la Copa América de Fútbol.
Los problemas de LAN estuvieron más
relacionados con la rivalidad entre Perú y Chile. También durante la
dichosa Copa América, en 2004 la justicia peruana ordenó la paralización
de las operaciones de LAN-Perú, con lo que el país quedó en una
situación de inminente desaparición del servicio aéreo, porque
AeroContinente agonizaba. Esta vez el gobierno reaccionó, y declaró la
emergencia del sector público de transporte aéreo y estableció que las
autorizaciones del servicio de transporte aéreo solo podrían ser
suspendidas por la autoridad aeronáutica. Con este mecanismo, que podría
considerarse un avasallamiento de la justicia, LAN-Perú pudo seguir
volando, y cuando AeroContinente dejó de hacerlo unos días después, pasó
a ser la principal aerolínea peruana. Poco después el gobierno peruano
concedió a LAN-Perú rutas internacionales con derecho de 3ª, 4ª, 5ª y 6ª
libertades.
La historia siguió, porque la familia
Cevallos transfirió sus acciones a un grupo de trabajadores, que creó
una empresa llamada NuevoContinente que voló unos días y sorpresivamente
fue retransferida a otra empresa denominada Vuela Perú, del piloto
Enrique Canaval Landázuri, sin que se dieran mayores detalles. Quedaban
dos aviones en condiciones de volar y 1.700 empleados, pero no había ni
un centavo en caja. Finalmente las autoridades peruanas le prohibieron
operar en diciembre de 2004.
A fines de 2005 la justicia peruana condenó
a Fernando Zevallos a 20 años de prisión más una reparación de 30
millones de dólares por operaciones de narcotráfico y lavado de dinero.
AeroContinente siempre acusó a LAN y a su lobby de ser la causante de
todos sus males, defendiendo su característica de empresa realmente
peruana, pero eso no impidió que el espacio dejado por AeroContinente
fuera finalmente ocupado por LAN, que desde hacía años se había dado
cuenta de que en Perú, más que una empresa peruana, hacía falta una
empresa seria y estaba dispuesta a jugar ese rol.
En medio de esta confusión también se
acercó el grupo TACA, que también con socios peruanos, constituyó
TACA-Perú, con un proyecto que contemplaba fundamentalmente vuelos
internacionales a la región, sin dar mayor importancia a la red
doméstica peruana.
Varig,
la buena y la mala
Varig era una extraña
sociedad, propiedad de una fundación formada por sus empleados, que
venía con problemas económicos desde hacía tiempo. En 2000 estaba en
situación de quiebra.
A mediados de 2001 se
empezó a hablar de una fusión con TAM. Los balances de ambas en ese año
eran malos, pero el de Varig aportaba el 90% de las pérdidas, y además
tenía una deuda de 1.250 millones de dólares. Se habló muchísimo, pero
la Fundación Ruben Berta, propietaria de Varig, no aceptó recibir el
cinco por ciento de participación en la nueva compañía, una cifra que
surgía de ponderar los activos y las obligaciones de ambos socios. La
situación era grave, porque Varig no tenía fondos para seguir
funcionando, y el único que podía proveerlos era el banco oficial BNDES,
que entonces exigía la fusión. El clima era de confusión y desconfianza,
y el único objetivo visible del plan, a esta altura, era que Varig
pudiera tomar más deudas. TAM, que veía mejorar sus números, se
preguntaba para qué necesitaba asociarse a una Varig con tantos
problemas, y la Fundación no quería perder su protagonismo. Finalmente a
principios de 2004 acordaron por fin no fusionarse.
¿Cómo salvar a Varig?
El gobierno habló varias veces de sostenerla, pero no fue muy preciso a
la hora de definir. Era evidente que el gobierno y la Fundación Ruben
Berta estaban enfrentados, y así no podía haber soluciones. Al mismo
tiempo, como hacía siempre, LAN manifestó su interés por participar o
comprar la empresa brasileña, y también lo hicieron TAP Air Portugal,
Germán Efromovich, titular de Ocean Air y el Texas Pacific Group,
interesado permanente en líneas latinoamericanas.
En los últimos meses
de 2004 Varig devolvió aviones y levantó destinos domésticos. Las
relaciones entre la Fundación, que esperaba un salvataje, y el gobierno,
que no quería firmar un cheque en blanco, seguían empeorando.
Sin otra alternativa,
Varig presentó ante la justicia en junio de 2005 una solicitud de
protección frente a sus acreedores, lo que le dio algo de oxígeno para
seguir negociando.
La flota de Varig en tiempos mejores
(Fotos: Fernando Puppio) |
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Boeing 737-341 PP-VPC. |
Boeing 767-375/ER PP-VPW. |
McDonnell Douglas DC-10-30 PP-VMD. |
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Siguieron apareciendo
propuestas de compra, serias y de las otras. Finalmente, en septiembre,
Varig presentó a sus acreedores un plan de reestructuración, que incluía
la creación de una nueva empresa (“Nueva Varig”) que se haría cargo de
las partes interesantes de Varig y la venta de dos filiales rentables,
VarigLOG (cargas) y VEM (Varig Engenharia e Manutenção, el área de
mantenimiento). El BNDES estaba dispuesto a apoyarla con créditos, pero
el recelo entre las partes interesadas era evidente. Luego de muchas
propuestas, en 2006, un grupo de inversores liderado por TAP Air
Portugal compró VEM y el fondo de inversión Matlin Patterson, VarigLOG.
Varig presentó en
abril de 2006 una propuesta de moratoria con el fisco, pero el
presidente Lula no estuvo de acuerdo, porque pensaba que el papel del
gobierno no era salvar a una empresa quebrada. Se propuso entonces usar
el dinero del fondo de pensiones de los trabajadores, pero la justicia
lo impidió. VarigLOG ofertó 400 millones para comprar la operación
comercial de Varig, pero la ANAC lo vetó. El ambiente era de
liquidación.
A principios de mayo
se aprobó la división de la empresa en una Varig operacional, que
mantendría aviones y rutas y sería subastada en 60 días, y otra
comercial, a cargo de ventas, marketing y servicios, que además cargaría
con la deuda de 3.400 millones de dólares.
Cuando esto estuvo
claro aparecieron los interesados en serio, y hubo más de diez ofertas.
La primera adjudicación se hizo en junio a una sociedad formada por los
trabajadores, que no pudo conseguir el dinero comprometido,
adjudicándose en segunda instancia a Volo do Brasil, propietaria de
VarigLOG, mientras la empresa agonizaba, ya que el 21 de junio canceló
canceló 138 de los 192 vuelos programados. El comprador recibió trece
aviones operativos, la marca y las rutas, pero tenía que negociar con
los lessors y hacer una inversión estimada en 500 millones de dólares.
La antigua Varig empezaría a pagar sus deudas con lo que cobrara de la
nueva por diversos servicios.
El gobierno no tuvo
mucha consideración con la nueva Varig, y abrió el juego para que otras
empresas accedieran a gran parte de sus rutas. Tenía su lógica, porque
Varig no las estaba operando y los otros podían hacerlo.
En una maniobra más
para participar de líneas aéreas latinoamericanas, LAN ofreció a la
nueva Varig en febrero de 2007 un crédito de 17,1 millones de dólares,
que a opción de LAN podría convertirse en acciones. No hubiera servido
para hacerse de la compañía, pero servía para poner un pie. Pero el
efecto fue contraproducente, porque sirvió para que se aceleraran las
conversaciones que Gol estaba desarrollando para comprar la aerolínea
brasileña, obviamente con mucho mejor acogida del gobierno. A fines de
marzo la operación se perfeccionó, y Gol pasó a controlar a la Nueva
Varig, aunque cada empresa mantuvo su identificación.
La “Varig Mala”, que
heredó las deudas de la quiebra, se convirtió en Flex Linhas Aéreas y
comenzó a volar en marzo de 2008 con un Boeing 737/300 alquilado
realizando chárters. No levantó cabeza como aerolínea.
Colofón
El transporte aéreo
tiene desde siempre una relación carnal con la bancarrota. Podría
decirse que es lo único seguro que tarde o temprano vamos a encontrar en
cualquier empresa. La cabalgata sobre quiebras, privatizaciones y
estatizaciones que acabamos de ver es una muestra mínima de la realidad,
y permite sacar algunas conclusiones que pueden ser muy útiles a la hora
de enfrentar el problema.
En primer lugar hay
que aceptar que sin estado y sin política no hay transporte aéreo.
El segundo punto es
que sin capital apropiado tampoco hay transporte aéreo.
Y el tercero, quizás
menos evidente, es que sin la intención de hacer transporte aéreo
tampoco hay transporte aéreo.
Las aerolíneas —en lo
formal— deberían ser empresas como cualesquiera otras, tener socios
registrados, tener objetivos sociales definidos, estar inscriptas en los
registros pertinentes, presentar balances, pagar salarios e impuestos,
tener capital social y de trabajo, tener disciplina, cumplir con las
leyes y reglamentaciones del caso… Nada del otro mundo, pero la realidad
es que en muchísimos casos esto no se cumple, y lo exclusivo del mercado
aerocomercial es que la política (incluida la suiza) tolera estas
trasgresiones con naturalidad.
El fondo de la
cuestión es perverso, porque puede demostrarse una doble extorsión por
la que un grupo bastante heterogéneo
(empresarios, trabajadores, fabricantes de aeronaves y otros) aprovechan
la evidente necesidad de transporte que tienen los gobiernos y se lo
proveen (bien, mal o regular) a un costo que puede ser infinito.
A la inversa los gobiernos
extorsionan a las empresas exigiéndoles estos servicios a cambio de un
tratamiento relajado de sus obligaciones básicas. En el medio circulan
flujos de caja asombrosos, con todo lo que ello significa.
Es un ambiente feo.
Siempre hay que estar
preparado para lo peor. Las aerolíneas tienen —o deberían tener— planes
de contingencia para enfrentar accidentes, y el capítulo uno de esos
planes pasa por la prevención de los accidentes.
Pero no hay planes de
contingencia y prevención para las bancarrotas. No los tienen ni las
empresas ni los gobiernos, y cuando éstas llegan todos improvisan, lo
que no quita que tengan conductas tabuladas.
La idea de este
escrito es prepararnos para cuando llegue lo inevitable y tener en claro
qué se podría hacer a la luz de los antecedentes disponibles. Hay que
partir de la base de que la disyuntiva no es privado versus estatal,
porque ambas versiones han hecho desbarajustes notables. Tampoco es
capital nacional versus extranjero, porque pueden encontrarse buenos
resultados con ambas alternativas. El problema es mucho más sutil y las
disyuntivas verdaderas son empresas y gobiernos serios versus empresas y
gobiernos no serios, intención de prestar servicios versus intención de
hacer un negocio financiero rápido, o peor aún, negocios versus delitos.
En el medio hay un
desorientado colectivo de trabajadores aeronáuticos, no muy bien formado
en materia política y económica, que trata de defender su fuente de
trabajo, por lo general mal. El extremo es el Lloyd Aéreo Boliviano, que
no se sabe bien cómo llegó a ser propiedad compartida de los ciudadanos
bolivianos y los trabajadores y a partir de entonces no vuela.
En la Gran Bretaña de
los años ochenta se pudo poner en valor a British Airways para vender un
producto de calidad. El gobierno invirtió lo que fue necesario, superó
las tormentas políticas que generó el reacomodamiento, incluyendo los
despidos, y el resultado fue poner en el mercado una línea aérea que
durante casi treinta años ha prestado buenos servicios generando pocos
problemas, y además ha dado beneficios.
Los suizos han tenido
problemas serios con su corazón latiendo al ritmo de Swissair (y de su
oposición a ingresar en la Unión Europea), y no quisieron ver el mundo
que los rodeaba. La pelearon, tratando de cambiar todo para que nada
cambiara, pero se estrellaron contra la realidad y cuando tuvieron la
certeza de que la apuesta era imposible optaron por vender su empresa a
otra extranjera. Probablemente hayan perdido dinero con Swissair, pero
supieron que en algún momento había que cortar.
Bolivia tuvo que
enfrentar a los fantasmas y fue capaz de crear la figura surrealista de
que las acciones del Lloyd fueran de todos los bolivianos
entregándoselas a un fondo de pensiones extranjero. Pero los socios
privados que eligieron fueron un fracaso y el Lloyd se hizo inviable. En
un ambiente latinoamericano clásico el gobierno hubiera pagado los
platos rotos, y a eso apelaron los trabajadores, pero apareció un Evo
Morales que dijo que los bolivianos no tenían por qué pagar las deudas
de los privados y lo condenó a muerte. Lo malo fue que hubo una
larguísima agonía que aún no terminó. El plan de Morales fue más allá,
porque creó una nueva empresa estatal, lo que puede haber sido empezar
de nuevo con la rueda, pero debemos tener en claro que en Bolivia no
había capitales privados aptos para un negocio de esta naturaleza.
La primera
privatización de las aerolíneas mexicanas fue un fracaso. Más allá del
efecto tequila, que puso lo suyo, hay que contar una estafa de decenas
de millones de dólares en bancarrotas que fueron enjugadas por el
Estado. Lo que vino después fueron palabras, discusiones y poca
capacidad para encontrar soluciones. En estos tiempos, nadie que quiera
hacer una privatización tarda, como CINTRA, más de diez años en hacerla.
Quizás en México haya otros fantasmas independientes de las dos empresas
tradicionales, que son las nuevas aerolíneas. Por lo general han tenido
malos resultados, pero hay unas pocas que son exitosas. Es posible que
la hora de Aeroméxico y Mexicana haya terminado y el futuro sea de otros
con menos bagaje a cuestas.
Ecuador es un buen
ejemplo de una política a la que no le importa el transporte aéreo y lo
deja desaparecer, porque alguien vendrá a hacerse cargo. Vino LAN.
Perú es una versión
perfeccionada de lo anterior, matizada con elementos como la historia de
AeroContinente, que merecerían una novela de Pérez Reverte. Lo que hace
ruido en todo el proceso es el nacionalismo que trata de mantener
alejados a los inversores extranjeros y termina rindiéndose ante la
evidencia de que no hay peruanos serios con capital, con intenciones de
tener una línea aérea peruana. Ante ciertas realidades, hay que
rendirse, y lo único que se puede hacer es tratar de elegir bien a los
inversores extranjeros.
El caso de Varig tiene
algunos puntos diferentes. En primer lugar, Brasil nunca creyó demasiado
en la empresa única, y siempre tuvo varias. Esto ayudó a que cuando
alguna se cayó no se sintiera tanto. Varig, o mejor dicho la Fundación
Ruben Berta, creyó que era la gran empresa brasileña y soñó con un
gobierno que pagara todos sus errores, pero se topó con un Lula que se
negó a destinar fondos públicos para eso.
El mecanismo elegido
por los brasileños —que no es invención de ellos— es interesante, crear
una empresa que rescate lo salvable, que pueda ser privatizada poniendo
condiciones, y dejar todo lo irrescatable —empezando por las deudas— en
cabeza de la empresa original, que tendrá que arreglárselas para
enfrentar la realidad de la bancarrota, realidad que por otra parte fue
creada por ella.
Un dato
que me parece muy interesante es que en un ambiente en el que la
tradición dice que los gobiernos al final siempre pagan los platos rotos
de las empresas aéreas, aparecen dos gobiernos no tradicionales —el de
Lula y el de Evo Morales— presididos por hombres que sin ninguna duda
tienen extracción obrera y no pasaron por la universidad, que deciden
cortar con la tradición perversa. Lo hicieron como pudieron, pero
marcaron otro camino posible.
Nota:
(1) Gran
Bretaña en
el período 1979 - 1984 privatizó, entre otras cosas un millón de
unidades de vivienda, British Petroleum (12 %), British Aerospace, North
Sea Oil Licenses, British Sugar Corp.
(24 %), Cable & Wireless, National Freight Corp., Amersham Intl.,
Britoil, Associated British Ports, International Aeradio, British Rail
Hotels (91 %), British Gas, Enterprise Oil, Sealink (60 %) Jaguar Cars
(75 %), Inmos (75 %), British Telecom (50,2 %), British Gas, Leyland Bus
Unipart, Vickers Shipbuilders, British Airways, Rolls Royce, British
Airports y Short Brothers.
Se estima el total de las operaciones en más de 43.000
millones de dólares.
Buenos Aires 16 de
Marzo de 2010
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