Despliegues: Operaciones Quick Kick,
Crowflight y Quick Dip
Batallas aéreas de la Guerra Fría libradas
en Argentina
Un U-2 fotografiado
subrepticiamente en un hangar de Ezeiza. Nótese la
sección trasera del avión desmontada (foto: Oscar
Luis Rodríguez).
Textos de
Pablo Luciano Potenze.
La Semana Aeronáutica fue creada por la Secretaría de Aeronáutica en
1945, con el objeto de fomentar la creación de conciencia aeronáutica.
Tradicionalmente se celebraba en la segunda quincena de septiembre, y
durante su transcurso se realizaban todo tipo de demostraciones
estáticas y aéreas, exposiciones, conferencias, promoción en escuelas
primarias y actividades afines. En la medida en que se trataba de una
actividad perfectamente encuadrada dentro de las funciones de la Fuerza
Aérea, su organización y programación era una cuestión interna del arma.
Pero en 1957 las cosas se hicieron confusas. La Revista Nacional de
Aeronáutica (el órgano oficioso de la Fuerza Aérea) en su edición de
julio de 1957 anunció que sería en octubre, y el mismo órgano luego
hablaría de un genérico “entre septiembre y noviembre”. El 18 de
septiembre el Ministro de Aeronáutica dijo a La Nación que la XII Semana
Aeronáutica se celebraría del 3 al 10 de noviembre, “porque de acuerdo
con la experiencia de años anteriores se ha preferido esa fecha en lugar
a la tradicional del mes actual, para tener la seguridad de contar con
un tiempo estable”.
El 27 de septiembre el decreto ley 11.849 creó una Comisión organizadora
de la Semana Aeronáutica, y el 16 de octubre la resolución 1.264/57 fijó
la fecha en el 10 de noviembre. Jamás una Semana Aeronáutica había
merecido un decreto presidencial, y la de 1957, además anunciaba un
aditamento especial, porque a pesar de todas estas vueltas, desde el
primer momento se habló de que se haría una gran exposición en
Aeroparque, que en ese momento estaba siendo remodelado.
Cómo bombardear la Unión Soviética
Desde el día en que
terminó la Segunda Guerra Mundial, el desvelo de los militares
norteamericanos fue lograr la capacidad necesaria para poder lanzar
bombas atómicas sobre la Unión Soviética. Para lograr esto desarrollaron
diversas aeronaves, primero de hélice (Boeing B-50), luego con una
extraña mezcla de jets y motores de pistón (Convair B-36) y finalmente
reactores puros (Boeing B-47). Pero el avión realmente capaz de llevar
adelante ese cometido fue el Boeing B-52 Stratofortress, que entró en
servicio en 1955.
Evolución de los bombarderos norteamericanos
(2) (Fotos: Fernando Puppio)
Propulsión a hélice: Boeing WB-50D
Propulsión mixta: Convair RB-36H
Propulsión a reacción: B-47E Stratojet
Mediante el artificio del reabastecimiento aéreo, este avión podía
llegar prácticamente a cualquier lugar del mundo y retornar a su base.
Para demostrar esta capacidad entre el 24 y el 25 de noviembre de 1956
se desarrolló la operación Quick Kick, en la que ocho B-52 realizaron un
vuelo alrededor del perímetro de América del Norte reabasteciéndose
cuatro veces para totalizar un total de 25.000 kilómetros. El paso
siguiente fue dar la vuelta al mundo, lo que se realizó a partir del 16
de enero de 1957, con cinco aviones, de los que llegaron tres en lo que
fue la primera circunvolución del planeta sin escalas.
Estos dos vuelos mostraron dramáticamente lo que el B-52 podía hacer,
pero tenían un talón de Aquiles que eran los aviones usados para el
reabastecimiento, antiguos KC-97 de hélices, lentos, de vuelo
relativamente bajo, y con poco alcance, lo que relativizaba el logro
técnico desde el punto de vista militar. Para suplir esa deficiencia la
USAF (Fuerza Aérea Norteamericana) en ese momento estaba poniendo en
servicio un nuevo avión cisterna, el Boeing KC-135, y el broche de oro
de las demostraciones de fuerza era hacer volar este avión una distancia
equivalente a las que tendría que recorrer para servir la ruta de los
bombarderos hacia la Unión Soviética. Casualmente la distancia entre la
principal base de los B-52 en Loring (Maine), y Moscú era equivalente a
la que hay entre Washington y Buenos Aires.
El
Sputnik
Mientras los
norteamericanos trabajaban para poner en servicio sus bombarderos
estratégicos también estaban desarrollando un plan espacial, que preveía
poner en órbita un satélite artificial llamado Vanguard, pero los
soviéticos, sin decir nada, estaban detrás del mismo objetivo y,
sorpresivamente, el 4 de octubre de 1957 anunciaron que el Sputnik,
había sido lanzado exitosamente y se había convertido en el primer
satélite artificial del planeta. Antes de que el mundo saliera de su
asombro, el 3 de noviembre Nikita Kruschev informó que un segundo
satélite circunvolaba el planeta.
Periodistas argentinos
haciendo cola para abordar un KC-97 Stratofreighter durante la
Semana Aeronáutica de Noviembre de 1957 (foto: USIS / Revista
Nacional de Aeronáutica).
Como si esto fuera poco, el 7 de octubre, los soviéticos, además,
hicieron explotar una bomba de hidrógeno de diez megatones.
Fue un golpe terrible para el amor propio norteamericano, y aunque se
trataba de artefactos no militares, todo el mundo comprendía que los
satélites tarde o temprano tendrían significado militar. Décadas leyendo
las historietas de Flash Gordon no dejaban dudas al respecto.
La
Semana Aeronáutica de 1957
El 2 de noviembre de
1957 los diarios de Buenos Aires anunciaron que con motivo de la Semana
Aeronáutica que ocurriría definitivamente entre el 10 y el 17 de
noviembre vendrían al país seis superbombarderos B-52. El cuerpo de la
noticia hablaba de una misión importante que vendría al país a hacer
demostraciones, pero el título y la foto entregada por el United States
Informations Service (USIS) era del bombardero.
A partir de ese momento, todo fue promoción. Los diarios recibieron un
caudal importante de fotos de las máquinas que vendrían, y los aviones
fueron noticia destacada, aún antes de que llegaran. Es cierto que las
semanas aeronáuticas incluyeron a lo largo de su historia diversas
exposiciones, pero la de 1957 fue por mucho la mejor de todas, y su
centro fue la presencia norteamericana, que aportó a partir del 8 de
noviembre unos 350 hombres y más de 30 aeronaves de lo mejor de su
arsenal. Como suele ocurrir en estos casos, la cantidad y calidad exacta
difieren según las fuentes, pero el grupo incluyó por lo menos:
• Bombarderos Boeing B-47 Stratojet capaces de transportar armas
nucleares (fue el único avión al que no se permitió subir a la prensa).
• Interceptores North American F-100 supersónicos (fueron los primeros
supersónicos que operaron en el país), incluyendo un ejemplar biplaza.
• Cargueros Fairchild C-119.
• Un Carguero Lockheed Hércules C-130 (una novedad absoluta en ese
momento, su matrícula era 55-0033).
• Cargueros Douglas C-124 Globemaster (eran la base del transporte
militar norteamericano del momento).
• Aviones cisterna Boeing KC-97.
• Aviones anfibios HU-16 Albatross.
• También se trajeron algunos proyectiles teledirigidos, otra rareza
absoluta.
Trasportes y utilitarios
norteamericanos de la época
(3) (Fotos: Fernando Puppio)
El despliegue no fue solamente de aeronaves, porque la misión trajo su
propia torre de control móvil y un radar portátil con el que dirigieron
toda su actividad de vuelo. En ese momento en la Argentina no había
ningún radar de control de tránsito aéreo. También se montó un servicio
de prensa que organizó vuelos con periodistas, dio todas las
explicaciones que fueron necesarias y repartió fotos a todos los medios.
La exposición de Aeroparque fue inaugurada por el vicepresidente Isaac
Francisco Rojas, y en un discurso de presentación, el jefe de la
delegación norteamericana, general Paul S. Emrick, aseguró que “la USAF
puede bombardear cualquier parte del mundo con la ayuda del radar, sean
cuales fueran las condiciones meteorológicas”.
El domingo 10 de noviembre se hizo un espectacular desfile aéreo en
Aeroparque donde, tras el pasaje de algunas máquinas de la Fuerza Aérea
Argentina y la Aviación Naval, los norteamericanos mostraron todo su
potencial, cerrado por un número acrobático a cargo de los Thunderbirds,
que incluyó vuelos supersónicos, los primeros que se hicieron sobre la
ciudad y que significaron la ruptura de muchos vidrios como consecuencia
del double bang(1).
Los diarios habían recomendado dejar las ventanas abiertas y pegar sobre
los vidrios tiras de papel cruzadas, pero los destrozos existieron. Para
la estadística, el piloto que rompió por primera vez la barrera ese día
fue el capitán McIntosh, que llevaba como pasajero al capitán de la
Fuerza Aérea Argentina Febo Ippólito.
Dentro de un bien estructurado plan de demostraciones locales no exentas
de política, el lunes 11 el capitán William Scott (jr.) condujo en su TF-100
como pasajeros de vuelos supersónicos al ministro de Aeronáutica
comodoro Jorge Horacio Landaburu, a los embajadores de Estados Unidos y
Gran Bretaña, y a algunos oficiales de la Fuerza Aérea Argentina.
Los Boeing B-52
sobrevolando Buenos Aires (imagen: ARA201/Brithish
Pathe/You Tube).
La
gran demostración
De acuerdo con la
estrategia vigente, un bombardeo a Moscú exigía entonces que los B-52
partieran del territorio norteamericano y, reabastecimientos mediante,
volaran unos 20.000 km (viaje de ida y vuelta). Para que la operación
fuera posible los aviones de reabastecimiento tenían que estar en
condiciones de cubrir más o menos la mitad de esta distancia.Y eso fue lo que hicieron.
El avión
cisterna KC-135 comandado por el general Le May
aterrizando en Washington procedente de Buenos Aires en
vuelo sin escalas (foto: Revista Nacional de
Aeronáutica).
El 11 de noviembre despegó de Westover AFB, Massachusetts un avión
cisterna KC-135 (matrícula 53126) al mando nada menos que del general
Curtis E. Le May, el creador del Comando Aéreo Estratégico
norteamericano y uno de los militares más famosos (y discutidos) de la
guerra fría. Tras volar 10.140 kilómetros en trece horas y tres minutos,
y batir dos récords mundiales de distancia y tiempo aterrizó en Ezeiza.
La distancia recorrida coincidía con la que debía volarse para realizar
el reabastecimiento si se elegía como objetivo Moscú. El 12 Le May se
reunió con el presidente
Aramburu, al que entregó una carta del presidente Eisenhower,
y el miércoles 13 a las 6:28 el KC-135 despegó de Ezeiza con destino a
Washington DC volviendo a batir un récord de tiempo, porque tardó
solamente once horas y siete minutos. La capacidad del avión cisterna
como sistema de armas estaba demostrada al mundo.
El viernes 15 de noviembre seis Bombarderos B-52 al mando del general W.
K. Martin partieron de la base Loring (Maine) y pusieron proa hacia el
sur. Cisternas KC-135 lo reabastecieron mientras volaban sobre el
Caribe, destacándose que estos aviones auxiliares tenían su base en
California, bastante lejos, como para demostrar que podían ir a
buscarlos. Siguieron hacia nuestro país, y el sábado 16, cuando estaban
sobre el río de la Plata, los KC-97 que estaban en Buenos Aires los
volvieron a reabastecer. Los bombarderos nucleares hicieron una serie de
evoluciones sobre la ciudad de Buenos Aires y tomaron rumbo hacia el
norte, aterrizando finalmente en su base de Maine. La capacidad de los
bombarderos también estaba demostrada.
Este esfuerzo operativo fue sin duda una victoria militar norteamericana
de la Guerra Fría, pero estuvo empañado por la victoria más contundente
del enemigo que había sido el lanzamiento del Sputnik. Parecía evidente
que los rusos habían tomado la delantera en la alta tecnología del
futuro, y en todas las conferencias de prensa que dieron los
norteamericanos el tema sobrevoló los cuestionarios. Las respuestas de
los militares occidentales fueron realistas, sus sistemas de armas
estaban en condiciones de funcionar ahora, y el tiempo diría cómo se
adaptarían los satélites a la guerra.
Boeing B-52D (4) con un
misil AGM-28 Hound Dog en el soporte sub alar de
babor (foto: Fernando Puppio).
Un
final con toda la orquesta
El viernes 15 de
noviembre de 1957 debe haber sido un día de grandes emociones para el
presidente Aramburu. Por la mañana voló a Ezeiza en un helicóptero, y
allí cambió sus ropas de calle por el traje “anti G” de los pilotos
supersónicos, un paracaídas y un casco de plástico. Luego el capitán
William Scott (Jr.) le explicó el funcionamiento de los sistemas de
radio, oxígeno y el asiento eyectable, tras lo cual el presidente trepó
al TF-100 que lo llevaría a romper la barrera del sonido. Fue el primer
presidente de cualquier país de la tierra que voló a esa velocidad.
El
presidente Aramburu ajustándose el traje anti G para
volar más rápido que el sonido (foto: Revista Nacional
de Aeronáutica)
De regreso a la Casa Rosada, a las 19:40, el mandatario se dirigió al
país para anunciar las elecciones para el 23 de febrero de 1958, con lo
que el objetivo político de la Revolución Libertadora quedaba definido.
El 17 de noviembre hubo una gran demostración de cierre de la Semana en
Aeroparque, y la novedad fue que después del show de los Thunderbirds,
un grupo de Gloster Meteor de la Fuerza Aérea Argentina realizó una
demostración de acrobacia aérea que si bien no alcanzó el nivel de la
anterior mostró que en el país había muy buenos pilotos.
Buscando desesperadamente bombas atómicas
Cuando terminó la
Segunda Guerra Mundial los norteamericanos tenían la seguridad de ser
los únicos poseedores de la bomba atómica, pero su obsesión era saber
dónde estaban posicionados los soviéticos en ese sentido. Con este
objetivo en agosto de 1948 la USAF creó la Air Force Office of Atomic
Energy-1 (AFOAT-1), cuya misión fue la detección de actividad nuclear de
otros países. Esta dependencia, que luego tuvo el más anodino nombre de
Air Force Technical Applications Center (AFTAC) llevó a cabo todo tipo
de actividades en el mundo, que por supuesto estuvieron cubiertas por el
más estricto secreto militar. Recién en 1975 la USAF reconoció la
existencia de estas dependencias.
Sus operaciones monitorearon a amigos (Francia, Gran Bretaña) y a
enemigos (URSS, China), y sus herramientas siempre fueron de lo mejor de
que disponía la primera potencia mundial para lograr cada cometido. Fue
uno de los primeros usuarios de los satélites artificiales, y muchas de
sus operaciones todavía son poco conocidas.
Los trabajos de AFOAT-1 no se limitaron a buscar explosiones nucleares,
sino que también rastrearon cualquier vestigio de actividad que pudiera
estar relacionada con la producción de insumos para las bombas, y
algunas de estas campañas llegaron a la Argentina.
El
proyecto Aquatone
El problema, a
principios de los años cincuenta, era saber qué había realmente en la
Unión Soviética en materia de armamento nuclear y medios aptos para
transportarlo. En algún momento los Estados Unidos propusieron que ambas
potencias se permitieran sobrevuelos de observación, pero los rusos no
estuvieron de acuerdo con la idea, y en consecuencia la única
alternativa fue encontrar el modo de hacer misiones sobre el territorio
enemigo sin que éste pudiera abatir las máquinas involucradas. En 1955
se intentó lanzar globos no tripulados con cámaras, pero la experiencia
fracasó, y la estrategia Norteamericana apuntó a construir un avión de
observación que pudiera volar a más de 20.000 metros de altura, porque
en ese momento se sabía positivamente que las defensas antiaéreas de la
URSS no eran efectivas a ese nivel.
Clarence
L. “Kelly” Johnson ingeniero de los famosos “Skunk
Works”, diseñador, entre otros, de los aviones P-38,
F-80, F-104, U-2 y SR-71 (foto: USIS).
Los trabajos comenzaron en 1953, cubiertos de un secreto total. Después
de las lógicas discusiones técnicas, la tarea fue comisionada a la
fábrica Lockheed, que puso al frente del proyecto a su ingeniero
estrella Clearence “Kelly” Johnson. Por razones de economía y velocidad
de fabricación, Johnson utilizó en el diseño partes de otros aviones
existentes, fundamentalmente el fuselaje del caza supersónico F-104,
pero las alas —el mayor secreto del avión— fueron totalmente nuevas, y
además novedosas.
En noviembre de 1954 el presidente Eisenhower dio el OK a su ministro
Foster Dulles para la construcción de 20 ejemplares de un avión cuyo
nombre clave era entonces Aquatone (U-2). El nombre
U-2 fue elegido para
desorientar a los espías soviéticos, porque si hubiera sido un avión de
reconocimiento debería haber tenido un nombre comenzado con R, mientras
que la U estaba reservada para máquinas de usos generales, con la
particularidad de que el U-1 había sido la denominación norteamericana
para el DHC-3 Otter, un avión liviano fabricado en Canadá. De un modo
premonitorio Eisenhower dijo cuando dio vía libre al programa: “creo que
el país necesita esta información, y voy a aprobarlo, pero les voy a
decir algo, un día una de estas máquinas será capturada, y tendremos una
tormenta”.
Los trabajos fueron muy rápidos. La construcción del primer ejemplar
comenzó en enero de 1955, el primer vuelo tuvo lugar el 4 de agosto, y
la primera máquina se entregó a la USAF un mes después. El avión era
bastante raro, parecía más un planeador que una máquina militar, y la
relación entre su envergadura de 24,38 metros y su peso máximo de 7.200
kilos escapaba a la lógica del diseño tradicional de un jet.
El primer vuelo operativo del U-2 se hizo el 20 de junio de 1956 sobre
Polonia y Alemania Oriental, y el 4 de julio, durante el cuarto vuelo,
se penetró en el espacio aéreo soviético. La operación Aquatone continuó
volando sobre territorio enemigo sin que las armas antiaéreas soviéticas
pudieran acercarse al nivel de vuelo de los aviones norteamericanos,
hasta que el 1º de mayo de 1960 el U-2número 6693, piloteado por el
luego famoso Francis Gary Powers, fue abatido sobre Sverdlovsk, Rusia.
Tal como lo había predicho Eisenhower, esto generó una crisis política
importante y fue el final del reconocimiento aéreo sobre el territorio
de la URSS, que por otra parte rápidamente pudo ser transferido a los
satélites. La carrera del U-2siguió en otros frentes, por muchos años;
se construyeron alrededor de 100 ejemplares, el último de los cuales
salió de la fábrica en 1989. Tuvo varios sobrenombres, el más popular de
los cuales fue Dragon Lady.
Operación Crowflight
Símbolo
de la operación Crowflight (imagen: archivo Pablo
Luciano Potenze).
Los vuelos sobre la
Unión Soviética necesitaban alguna cobertura para distraer al enemigo, y
así fue que en mayo de 1956 la NACA (antecesora de la NASA) anunció que
el U-2 sería utilizado para investigaciones atmosféricas, y en 1957 cinco
U-2 fueron destinados al programa HASP High Altitude Sampling Program
(Programa de toma de muestras a gran altura).
El programa dependía de la Defence
Atomic Support Agency (DASA), un organismo difícil de catalogar, porque
por un lado tenía indudable función militar secreta, y por el otro a
veces publicaba los resultados de sus experiencias a pedido de las
Naciones Unidas, que por entonces estaba interesada en monitorear los
efectos de la radiación nuclear.
De alguna manera se buscó mostrar al
U-2como un avión de investigación
meteorológica, y se diseñó una operación denominada Crowflight que para
el gran público tendría la misión de investigar los jetstreams
(verdaderos huracanes que existen en la alta atmósfera), pero cuyo
objetivo primario era medir la cantidad de gases raros, porque la
producción de plutonio, la materia prima de las bombas, generaba estos
desperdicios, y se suponía que restando de la cantidad total encontrada
la cantidad atribuible a la producción de Estados Unidos y sus aliados
era posible estimar cuál era la producción de la URSS y China. Para este
operativo se modificaron seis U-2que fueron entregados por Lockheed a
mediados de 1957.
En octubre comenzaron los vuelos operativos de Crowflight, basados en
Puerto Rico y Nueva York, y este fue el principio de una misión que duró
siete años, utilizó 45.000 horas de vuelo, y realizó despliegues en una
docena de lugares distribuidos en el mundo.
El primer lugar elegido fuera de Estados Unidos para realizar las
mediciones fue la Argentina, que autorizó la operación Crowflight en su
territorio, y el 11 de septiembre de 1958 los primeros U-2 llegaron a Ezeiza, donde estuvieron basados para realizar vuelos que se supone que
llegaron hasta Trabajares (Brasil), las islas Malvinas y Tierra del
Fuego.
En ese momento el avión era uno de los secretos más celosamente
guardados de las fuerzas armadas norteamericanas. Nunca había sido
presentado formalmente en público, y solamente había realizado un vuelo
de demostración durante un open day en la base Ramey durante la
primavera boreal de 1958. Para la historia del espionaje internacional,
el 18 de marzo 1959 se realizó en Ezeiza la primera presentación, ante
la prensa de algún país del mundo, del avión, que siguió siendo un
secreto y que recién sería exhibido públicamente en Estados Unidos
después del derribo de Powers. En el acto el anfitrión de la Fuerza
Aérea Argentina, Jorge Urbano Rojas, presentó al mayor Richard Atkins de
la USAF, quien repitió el libreto oficial sobre la investigación de la
alta atmósfera. Luego el jefe de la misión, coronel John Shidal informó
que los vuelos, que durarían un total de dieciocho meses, realizándose
dos misiones semanales los martes y viernes, totalizándose 150 horas de
vuelo por mes. En total, en ese momento había en la Argentina 157
hombres y tres U-2.
Es probable que periodistas argentinos hayan tomado contacto con la
máquina antes, porque en el número de diciembre de 1958 de la Revista
Nacional de Aeronáutica se publicó un artículo sobre la operación
Crowflight en el que se desarrolla la teoría de la investigación de los
jetstreams, sin decir una palabra de los vuelos para el programa HASP.
No hay demasiadas referencias sobre el personal norteamericano destacado
a la Argentina para la operación Crowflight, pero las dotaciones
normales estaban formadas por cuatro o cinco pilotos y unos quince
hombres de apoyo, que permanecían en su destino unos quince días, sin
acompañamiento familiar. Se movilizaban en aviones militares
norteamericanos, y según algunas fuentes norteamericanas luego del
primer despliegue en Buenos Aires se comprobó que nueve militares
norteamericano se habían casado con chicas argentinas. Es difícil de
creer. La gestión de los planes de vuelo ante el control de tránsito
aéreo y la información meteorológica la realizó un piloto argentino
contratado al efecto.
El
general Curtiss Le May, creador del Comando Aéreo
Estratégico y uno de los personajes más discutidos de la
Guerra Fría, en Buenos Aires, en 1957 (foto: Revista
Nacional de Aeronáutica).
Sobre el fin del invierno de 1959 los U-2abandonaron Buenos Aires y la
operación continuó en el Reino Unido, Alemania, Turquía y Japón, donde
además se usaron aviones RB-57D, una adaptación del bombardero inglés
Canberra para volar a gran altura, también con alas gigantes y
performances parecidas a las del U-2.
En 1960 un nuevo grupo de tres U-2viajó a la Argentina dentro de la
operación Crowflight, y durante su permanencia en el país ocurrió el
derribo de Powers. La tormenta política que siguió a esto hizo que el
gobierno de Frondizi decidiera quitar la autorización para estos vuelos,
y los aviones volvieron a su base de origen en Ramey el 8 de junio.
Luego de un tiempo de inactividad continuaron sus vuelos de exploración
austral basados en Australia.
La magnitud y el secreto de la operación Crowflight dieron lugar a
muchas leyendas, que todavía algunos viejos en Ezeiza recuerdan. Se dice
que los U-2algunas veces se quedaron sin combustible y llegaron
planeando (algo técnicamente posible), y también se habla de aterrizajes
en Tandil y Mendoza. Con respecto a la operación, los pilotos de aquel
entonces cuentan que los U-2tenían la misma prioridad que hoy tiene el
T-01, y que cuando ellos usaban la pista los demás tenían que esperar,
aunque tuvieran un turno anterior. Todavía se discute qué vinieron a
hacer, y entre los coleccionistas, las fotos de estos aviones en la
Argentina son muy raras.
Aterrizaje por instrumentos en Ezeiza
Los norteamericanos
trajeron al país un radar de aproximación para guiar el aterrizaje de
los aviones que a veces llegaban a Ezeiza con muy poco combustible y
encontraban que el aeropuerto estaba cerrado por meteorología. El equipo
estaba montado sobre un trailer que se llevaba a la cabecera de la pista
en uso, y un operador guiaba la maniobra del U-2dándole instrucciones
para seguir la trayectoria para encontrar la pista.
Cuando todo terminó, este radar fue regalado a la Fuerza Aérea
Argentina, y en la medida en que había habido cierto intercambio de
información con personal de ésta, había personal local que lo sabía
manejar, por lo que a partir de entonces Ezeiza tuvo un sistema de
aterrizaje guiado de alta precisión que permitió realizar aterrizajes en
condiciones de visibilidad muy marginales. No era un sistema ortodoxo
para la aviación comercial, pero los pilotos lo adoptaron sin
vacilaciones, con el detalle de que uno de los suboficiales que lo
operaba sabía varios idiomas, lo que permitía un contacto radial fluido
con las tripulaciones extranjeras.
El dispositivo funcionó hasta el 12 de julio de 1970, cuando fue
destruido por un Bristol Britannia (LV-JNL) de Aerotransportes Entre
Ríos que se despistó y embistió las instalaciones sin causar víctimas.
Nunca fue reemplazado por un equipo similar, y los aterrizajes de
precisión en Ezeiza debieron esperar hasta la habilitación de un sistema
ILS categoría III en 1999.
Operación Quick Dip
Los Estados Unidos y
la Unión Soviética firmaron en 1963 un tratado por el que se autorizaron
mutuamente ciertas explosiones nucleares, y esto impulsó a la
administración Johnson a aumentar la actividad de la AFTAC en el
extranjero para medir la presencia de diversos elementos en la
atmósfera. Esto dio lugar a la operación Clear Sky, cuya primera etapa
fue colocar detectores en los edificios de las embajadas que midiendo
ciertos parámetros se suponía que permitían averiguar si había ocurrido
alguna explosión nuclear.
Después de detectada la primera bomba china, en octubre de 1964, se
llegó a la conclusión de que era necesario hacer mediciones en la alta
atmósfera, y a partir de esa fecha se solicitó a algunos países (India
Irán, Pakistán, Tailandia, Taiwán y Turquía) autorización para basar
aviones que realizarían ese trabajo. Pakistán no aceptó.
La operación creció, y en septiembre de 1965 se tomó la decisión de
tomar muestras de la atmósfera en la zona de Mendoza, para lo cual se
instruyó a la embajada local para que solicitara autorización para basar
en El Plumerillo, esporádicamente, dos aviones RB-57F que oficialmente
tomarían muestras de aire para investigaciones meteorológicas. La
operación se denominó Quick Dip, y se presentó como una continuación de
la Crowflight, que entonces seguía en Australia.
La idea era que un par de esos aviones, que estaban basados en Kirtland
AFB en New México, vinieran a la Argentina cada dos semanas, para operar
tomando muestras durante cuatro o cinco días volando entre Mendoza y el
sur de Santa Cruz.
Para cada ciclo de vuelos se transportó personal de tierra y equipos
desde la base Albrook en Panamá, utilizando aviones de la USAF. El
equipo terrestre incluía material aeronáutico, de comunicaciones,
sistemas de oxígeno, una camioneta especialmente equipada para preparar
a los pilotos para vuelos de gran altura con trajes presurizados,
tractores para mover los aviones y otros vehículos terrestres. La
operación debía ser autosuficiente, y una de las directivas era no pedir
ayuda a la Fuerza Aérea Argentina salvo para emergencias, aunque la
realidad no fue tan así.
Mensaje
del departamento de Estado a diversas embajadas,
incluida la de Buenos Aires, dando instrucciones sobre
la operación Quick Dip (imagen: archivo Pablo Luciano
Potenze).
El proyecto era muy secreto. Según el memorando enviado a la embajada
local, la historia no secreta que ampararía la operación sería la toma
de muestras de la atmósfera para medir la lluvia radiactiva. Con la
tradicional hipocresía que rodea este tipo de documentos se aclaraba que
eso “por supuesto es cierto”, añadiendo que periódicamente se publicaban
estudios oficiales sobre el tema, que estaban a disposición de la
Argentina en caso de que los pidiera.
Unas veinticinco personas llegaron a Mendoza 90 días antes del primer
vuelo para preparar el terreno, pero una vez terminada su función la
permanencia de personal extranjero —salvo dos cuidadores— se limitó a
los alrededores de los vuelos. Cada avión tenía una tripulación de dos
hombres. Este personal se alojó en hoteles en Mendoza, y según se
proponía en el memorando enviado a la Embajada, se esperaba que sus
efectos no pasaran por la Aduana.
Se pidió a la Fuerza Aérea Argentina libertad para todos los vuelos (los
de medición y todos los de enlace), que tuvieron plan de vuelo de
acuerdo con las normas vigentes. También se pidieron 2.600 m2 para
estacionar aviones en la base, 465 m2 de depósitos y 30 m2 de oficinas.
Además de las facilidades lógicas para operar aviones (bomberos,
mantenimiento liviano, lavado, meteorología), también se pidió una
exención impositiva para todo lo que tuviera que ver con la operación.
Se instalaron en un hangar que estaba al fondo de la brigada, que
algunos dicen que fue construido por ellos y que después tuvo varios
usos. Las operaciones se mantuvieron, aparentemente, hasta 1972.
Notas:
(1). Cuando una aeronave traspasa la barrera del sonido, se produce un
efecto de compresión de ondas sonoras que produce un doble estampido que
llega a la tierra. Por este motivo hoy está prácticamente prohibido en
todo el mundo el vuelo supersónico sobre zonas pobladas, algo que afectó
directamente al fracaso del Concorde.
(2), (3) y (4). Las Aeronaves mostradas en las galerías fotográficas
"Evolución de los bombarderos norteamericanos" y "Trasportes y
utilitarios norteamericanos de la época" y la imagen del B-52D, son
todas ellas orientativas y para que el
lector ubique rápidamente el modelo de avión. Las versiones exactas no
se corresponden necesariamente con las que pudieran haber visitado
Argentina.
(5). El Boeing KC-97L Stratofreighter de la foto fue construido
originalmente como KC-97G y posteriormente se le agregaron los dos
reactores J-47 que le daban mas seguridad a la hora de operar con carga
máxima. El modelo de la foto no se corresponde necesariamente con los
que visitaron Argentina en Noviembre de 1957.
Buenos Aires 11 de
Enero de 2010
Imagen de portada
Foto del Lockheed U2 publicada por
la Fuerza Aérea Norteamericana. Obsérvese el tamaño descomunal de las
alas (foto: USIS vía Oscar Luís Rodríguez).