Es evidente que Boeing se equivocó en algo con su proyecto 787.
Un fabricante de primer nivel mundial no puede anunciar un producto,
venderlo, fabricarlo, presentarlo al mundo y después descubrir que no
funciona y rediseñarlo completamente. Las demoras de más de un año con
respecto al calendario original no fueron causadas por detalles, ni
siquiera pueden atribuirse de modo significativo a las huelgas que hubo
en la empresa. Hubo deficiencias de diseño y de fabricación graves, y lo
curioso es que en un ambiente en el que se supone que la tecnología todo
lo controla daba la impresión de que el control del proyecto era lo que
faltaba. Un verdadero papelón tecnológico.
Más allá de esto, que tendrá su costo para la empresa, lo concreto es
que el avión pudo por fin realizar su primer vuelo y ha comenzado un
maratónico programa de pruebas, que todos suponemos que culminará con la
puesta de la aeronave en servicio en el transcurso de 2010. Si por
cualquier motivo esto no ocurriere, la industria aeronáutica en su
conjunto estará en problemas graves.
Un avión nuevo
Cuando un fabricante propone un avión nuevo
está diciendo muchas cosas. La primera es que cree que el mercado
necesita ese producto, y en este caso tuvo razón, porque los clientes
compraron centenares de máquinas antes de que volara la primera.
En el caso del Boeing 787 hay un segundo mensaje fundamental, que tiene
que ver con los materiales. Desde el modelo 247 (1933) los aviones de
pasajeros de Boeing son estructuras de aluminio remachado semimonocasco.
Con el transcurso de los años se han modificado los modos de fabricación
reemplazando algunos remaches por otros sistemas de fijación, y se han
ido agregando diversos materiales como el titanio y fundamentalmente los
compuestos, pero hasta ahora los aviones eran fundamentalmente de aluminio
remachado.
Hoy existe otra cosa. El Dreamliner no es un avión de aluminio remachado
porque su estructura primaria es básicamente de plástico. Hay otros
aviones de materiales compuestos, algunos fracasados (Starship, Learfan)
y otros exitosos (LongEZ), pero ninguno tan grande ni tan caro como
éste. Evidentemente Boeing reconoce con este diseño que el futuro será
de otros materiales, y creo que éste es un cambio tan importante como el
que produjo Junkers cuando planteó que los aviones de pasajeros serían
metálicos en 1919.
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El
Douglas DC-3 también marcó un salto tecnológico
importante en su momento y prácticamente todas las
empresas de los años cuarenta y cincuenta lo usaron
en mayor o menor medida (foto: Vito Cedrini) |
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Evocando el pasado
Boeing no fue un constructor exitoso
aviones de pasajeros con hélices, a pesar de que sus productos fueron
innovadores. En cambio fue la estrella de los constructores de jets de
transporte por décadas.
La principal apuesta de Boeing en este sentido fue el 707. Se trató de
una inversión millonaria para construir un avión que no tenía
antecedentes en el mercado civil, que se hizo con dinero de la empresa
sin haber colocado un solo ejemplar en el mercado a futuro. Es cierto
que se capitalizaron en este proyecto experiencias y dineros obtenidos
en los programas de bombarderos B-47 y B-52, pero el riesgo asumido era
fenomenal. El premio también fue fenomenal y el fabricante de Seattle
(entonces) se convirtió en el número uno indiscutido por décadas.
Realidades del presente
El mundo cambió mucho entre el primer vuelo
del 707 en 1954 y la actualidad. Fundamentalmente la crisis petrolera de
1973 cambió el modo de usar el capital, y el nombre de sus dueños.
Boeing tuvo fondos propios para pagar los alrededor de quince millones
que costó el proyecto 707. Quizás no hayan sido todos propios, pero
seguramente eran todos norteamericanos. Distinta fue la situación cuando
encaró el 787, cuyo desarrollo requirió varios miles de millones, una
suma que ni Boeing ni la industria norteamericana pudieron financiar,
por lo que fue necesario formar una gran sociedad de fabricantes de todo
el mundo que ingresaron en el proyecto como socios de riesgo y se
hicieron cargo de la producción de diversas partes. Un primer análisis
hecho a partir de informaciones periodísticas indica que hubo problemas
serios en la coordinación de este gigante industrial y que Boeing debió
rever algunas cuestiones importantes sobre la marcha.
Ideas del futuro
Según como se mire, puede decirse que el
gran problema de la humanidad hoy por hoy es el cambio climático. Hay
voces tremendistas al respecto, hay quienes dicen que no es tan grave,
hay quienes atribuyen todo a la mano del hombre y otros sostienen que
eso es muy presumido porque el clima siempre estuvo cambiando. De un
modo u otro todos creen que pueden demostrar lo que dicen.
Así las cosas en 1997 varios países firmaron el protocolo de Kioto, por
el que se comprometieron a reducir ciertas emanaciones que se presume
producen efectos en la alta atmósfera que generan el llamado “efecto
invernadero”. Como consecuencia de esto la política y la industria
comenzaron a trabajar, y algunos resultados han logrado, aunque están
muy lejos de encaminarse hacia una solución, y hasta de ponerse de
acuerdo sobre qué es lo que está pasando con el planeta.
Por razones financieras el comprador de un avión como el Dreamliner debe
amortizarlo en un plazo que no baja de los veinte años, y por otras
razones financieras el fabricante debe producirlo durante
aproximadamente unos veinte años para amortizar la inversión industrial.
En síntesis, si el primer 787 entra en servicio en 2010, esa compra
estará amortizada en 2030. Al mismo tiempo en ese año Boeing habrá
amortizado el proyecto, y en ese momento podrá cerrar la línea de
producción. Simplificando, todos piensan que los 787 van a volar hasta
2050 por lo menos.
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El
Beechcraft Starship, el “todoplástico” más grande
salido a la venta hasta ahora, fue un fracaso
comercial absoluto. En la imagen el N1550S, en el
aeródromo de Don Tircuato en el conurbano bonaerense
(foto Pablo Luciano Potenze). |
El Rutan Long EZ
posiblemente sea el avión de materiales compuestos
más exitoso de la historia. Combina un diseño
revolucionario, buen precio, y la posibilidad de
comprar el kit y fabricarlo en casa (foto
Pablo Luciano Potenze). |
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Si se tiene en cuenta que se trata de un
avión que funciona con combustibles fósiles y produce emanaciones
presumiblemente nocivas, está claro que Boeing piensa que no habrá
problemas serios para conseguir combustible para hacerlo volar en los
próximos cuarenta años, y también piensa que las emanaciones que
producirá no serán un problema serio.
Hay dos cuestiones importantes que pueden hacer que Boeing piense así.
La primera es que los motores del avión son nuevos y tienen importantes
mejoras con respecto a las generaciones anteriores en materia de
polución, y la segunda es que hasta ahora Estados Unidos no ha
ratificado el Protocolo de Kioto, quizás porque piensa que no es
necesario reducir la polución, quizás porque quiere proteger a sus
industrias contaminantes o vaya uno a saber por qué. Lo concreto es que
su actitud en esta materia es bastante laxa comparada con la de otros
países.
Es posible que en algún momento de la vida útil del avión los derivados
del petróleo puedan reemplazarse por combustibles de origen vegetal,
pero estos combustibles —cuyo precio está por verse— también producen CO2,
NOX y los demás gases de efecto invernadero. Para decirlo
claramente, no es un avión eléctrico ni un avión impulsado por hidrógeno
ni nada parecido, y no puede modificarse a este respecto. Es un avión
con motores tradicionales de combustión interna.
Otro mensaje que —al menos por ahora— está dando Boeing con esta
aeronave es que los sistemas de manejo de los aviones no van a cambiar.
Seguirá habiendo pilotos que vuelen la aeronave con mayor o menor ayuda
de las computadoras, pero el concepto básico seguirá siendo el mismo.
Esto podría llegar a modificarse con el tiempo, pero por ahora no hay
nada ni siquiera insinuado.
Y quizás la jugada más fuerte del fabricante es presumir que un avión de
materiales compuestos va a durar lo mismo que uno de aluminio.
Culturalmente todos pensamos que los productos metálicos son más
duraderos que los de plástico, que son señalados como más endebles. Esto
es cierto para muchos productos de uso cotidiano, pero ya hay bastante
experiencia en buques y aeronaves construidos con compuestos. Es cierto
que en materia de aeronaves la mayoría son planeadores y otros aparatos
más deportivos que utilitarios, que no vuelan todos los días, pero
también es cierto que hay algunas piezas grandes de aviones de línea que
están en servicio desde hace años sin mayores problemas, aunque hay que
reconocer que cuando ocurrieron los accidentes de los Airbus de American
Airlines (12-nov-01) en Nueva York y Air France (01-jun-09)en el
Atlántico ecuatorial, en los que las derivas plásticas se desprendieron
del resto del avión, hubo muchas críticas —poco fundadas— al uso de ese
material.
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El Boeing Sonic Cruiser,
un proyecto que fue muy promocionado a principios de
la década, era un avión radicalmente distinto de
todo lo conocido en transporte aéreo, pero que no
llegó a interesar a las aerolíneas por sus costos (imagen:
Boeing). |
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Una última cuestión a destacar es que el
Dreamliner es un avión con forma de avión convencional. No es un ala
volante, no tiene canards ni ninguna de esas cosas futuristas que se ven
en los dibujos futuristas de algunas publicaciones especializadas.
Sintetizando. Esta semana ha volado por primera vez un avión nuevo, muy
novedoso, que fue muy difícil de construir y que es una apuesta muy
fuerte a un cambio tecnológico profundo. La historia nos muestra que la
innovación tecnológica siempre abre dos posibilidades, que el mundo se
adapte al cambio o que lo rechace. Muchas veces esto no tiene que ver
con la innovación en sí, sino con circunstancias externas muy diversas.
Boeing tuvo problemas con sus aviones de hélice y éxitos resonantes con
sus reactores. También impulsó proyectos muy avanzados que luego no
construyó porque llegó a la conclusión de que el mercado no estaba en
condiciones de absorberlos (SST, Sonic Cruiser). El tiempo dirá.
Buenos Aires 16 de
Diciembre de 2009
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